En campaña

En campaña

La campaña política está en su apogeo, brindándole al país un debate de baja calidad y que promete muy poco en términos de aportar posibles soluciones para problemas que nos aquejan a todos.

La causa de cada partido o alianza de partidos está focalizada hacia la conquista de posiciones congresionales y municipales, y en virtud de esos afanes parecería que todos están convencidos de que el fin justificaría los medios.

Ahora mismo se desperdician argumentos y se distrae tiempo en unos menesteres que no vienen al caso, pues aunque es preciso lograr que todos seamos puntuales en nuestros deberes y cumplamos los requisitos de la democracia, el sano juicio indica que una exclusión de candidaturas sería un pecado más grave que el que se pretende curar.

Por el otro lado, en algunos partidos el sentido de la democracia se ha distorsionado tanto, que se promueven y defienden alianzas que han obligado a sacrificar lo que ha sido, precisamente, fruto de la democracia interna de cada organización, y muchos candidatos elegidos han sido desplazados por otros «de dedo».

No se sabe hasta dónde puede ser saludable para la sociedad el hecho de que que el derecho de alianza, que está reconocido,  sea ejercido en perjuicio de la voluntad de las militancias de los partidos.

-II-

En cada campaña electoral –y la presente no es excepción- parece ser una constante el hecho de que el discurso sea vacío, sin aspectos que merezcan profundidad de análisis, sin propuestas enfocadas hacia las preocupaciones cotidianas de los dominicanos.

Un político aspira a senador, diputado, síndico, vicesíndico o regidor por el hecho mismo de aspirar, pero ni él propone ni su partido le exige un programa mínimo de soluciones o innovaciones en beneficio del país o de las comunidades que representan.

Mucha gente tiene la errada percepción de que la política es una práctica insana, cuando en realidad se trata de una de las ramas más finas de las ciencias sociales. No es una percepción gratuita, sino alimentada por lo que ha sido el ejercicio político en estos países en los cuales hay una permanente acumulación de males que agobian a las poblaciones.

Aquí, en particular, hemos visto agravarse problemas como el de la energía eléctrica, sin que se planteen soluciones. Hemos ido de mal en peor en el aspecto de la delicuencia y la criminalidad, cuyo auge es un grave desafío para las autoridades y un elemento que ha disminuido a niveles críticos los índices de seguridad ciudadana.

Por otra parte los políticos, lejos de aportar soluciones, empeoran la situación al dedicar sus esfuerzos a menesteres tan dañinos como, por ejemplo, la multiplicación de provincias y municipios. El país necesita cambiar la forma de ejercer política y, sobre todo, las metas que inspiran las campañas electorales y la búsqueda de posiciones públicas.

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