En convivencia con el orden

En convivencia con el orden

El desordenado crecimiento horizontal de la ciudad de Santo Domingo, expansión que ha sido posible por el “dejar hacer… dejar pasar” de nuestras autoridades municipales, ha tenido un perjudicial efecto en la convivencia ciudadana.
No ha sido casual entonces que en tales circunstancias nos encontremos con toda una acumulación de agresiones a los espacios públicos y un irrespeto absoluto a todas las normas que deben regir en una sociedad organizada.
No puede haber convivencia en un espacio urbano desatendido en las mas mínimas regulaciones.
La gente se ha acostumbrado a vivir sin leyes, aun cuando se hayan dictado centenares de normativas municipales.
Y esa misma desidia oficial ha impuesto un comportamiento ciudadano reprochable, indigno de una ciudad que ya debería exhibir un ordenamiento que sea orgullo de nativos y visitantes.
Es mucho lo que se ha predicado, y más lo que se ha prometido para devolverle a la capital dominicana un esplendor que fue su sello distintivo décadas atrás.
Un reciente recorrido por la Zona Colonial me permitió valorar cuanto se ha estado haciendo, aunque con visibles retrasos, para convertir esa área histórica en un centro turístico comparable con los de otras urbes latinoamericanas.
Aunque falta mucho por lograr en ese histórico lugar, pueden advertirse restauraciones valiosas y la recuperación de espacios otrora dejados a la libre voluntad de transeúntes y conductores de vehículos.
El Cabildo del Distrito Nacional puede derivar de dichos trabajos algunas experiencias, para repetirlas en zonas de la ciudad que hoy presentan visibles deterioros y abandonos.
Es bastante el trabajo por realizar en la urbe capitalina, para ponerla en condiciones de habitable, respirable.
¿Es tan difícil lograrlo?
Capitales latinoamericanas que años atrás parecían salidas del control de sus funcionarios locales, hoy muestran orgullosas su orden y esplendor.
Ciudad de Panamá y Bogotá nos pueden servir de ejemplos.

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