En Costanza nació la esperanza, con el sacrificio de lo héroes de junio  

En Costanza nació la esperanza, con el sacrificio de lo héroes de junio  

Como una llamarada de lucha que precipitaría la caída del oprobioso régimen trujillista, el domingo 14 de junio de 1959 llegó a Constanza un contingente de exiliados, seguido una semana después por los héroes  que desembarcaron en Maimón y Estero Hondo en las costas norteñas de Puerto Plata. Los tres grupos sumaron unos 200 dominicanos que habían partido del campamento Mil Cumbres en el occidente de Cuba.

Bajo la comandancia general de Enrique Jimenes Moya, el Ejército de Liberación de Dominicana al llegar  estremeció al país.

Hay que remontarse medio siglo atrás a la graneada dispersión por Europa, Norteamérica y América Latina de los exiliados dominicanos, cuyo número se incrementaba de manera significativa pasado el primer lustro de la década de 1950 al crecer el descontento interno ante la intolerancia trujillista.

Para dimensionar el logro del aglutinamiento político y militar que culminó en el enfrentamiento armado del trujillato, debió superarse el escollo de las dificultades acarreadas por la división en parcelas y concepciones políticas.

Además de la división política, las distancias geográficas y generacionales, los niveles sociales, concepciones ideológicas, raíces familiares y otros factores, configuraban el mosaico del exilio dominicano, disgregación que basta para comprender el significado de la articulación de las expediciones.

Haber llegado a Constanza, Maimón y Estero Hondo con una letal diferencia de fuerzas ante el ejército trujillista, le imprime un relieve histórico inconmensurable a la epopeya escrita con sangre.

Los mártires de la Raza Inmortal no fueron aventureros que vinieron al país como suicidas. Su sello fue el patriotismo vehemente, guiado por la voluntad de redención de su pueblo acogotado por la ignorancia y el terror trujillista.

Por esa vocación libertaria y democrática,  los guerrilleros  trajeron un programa de transformaciones sociales orientado a superar por siempre el oscurantismo, la exclusión, la marginalidad y otras precariedades extremas.

Esa conclusión se desprende de una primera lectura al programa mínimo del Movimiento de Liberación Dominicana, MLD, aprobado tres meses antes de las expediciones durante un Congreso de la organización unitaria en la que hicieron causa común entidades patriótico-políticas radicadas en Nueva York, Venezuela Cuba y otros escenarios.

Se trata de un programa concreto, bien definido, con aspiraciones deslindadas en más de una etapa dentro de un mismo proceso transformador.

Si un factor puede considerarse adverso y de negativa proyección en los resultados militares de las expediciones, hay que remitirse a la verdad de la desconexión reflejada en más de una carencia o debilidad, independientemente del acopio de información con que contaba el exilio organizado acerca de la situación en el país, y del flujo de las “ultimas noticias” que emanaban dando cuenta en el exterior sobre asesinatos, encarcelamientos y otras expresiones del deterioro del trujillato,  Para los finales de 1958, en nuestro territorio no existían efectivos mecanismos de resistencia clandestina; por lo férreo del régimen trujillista, era imposible la emergencia de voces contestatarias en el marco nacional o provincial; los desarticulados opositores carecían de recursos de comunicación; sumada la ausencia parcial o total de otros factores coadyuvantes,  el resultado era una adversidad que vaticinaba una ruta a la inmolación, o la “crónica de un desenlace anunciado”  a la inmortal epopeya de los expedicionarios de junio. 

Otro punto débil del aspecto militar de las jornadas armadas fue la filtración de informaciones reveladoras del proyecto, en particular en los casos de las travesías marítimas.

Fue por eso que los héroes de Maimón y Estero Hondo llegaron al país sin contar con el factor sorpresa ante las bien armadas fuerzas trujillistas, que en poco tiempo se desplegaron por las zonas de operaciones.

En Constanza el ejército del tirano fue reforzado con unas milicias campesinas denominadas “Los Cocuyos de la Cordillera”, y con tropas mercenarias como la Legión Extranjera Anticomunista, bajo el mando del general Mélido Marte, entrenadas en contrainsurgencia.

Se agregaron “Los Jinetes del Este”, dirigidos por Felix W. Bernardino.  Estos grupos paramilitares tenían una función operativa de suma utilidad para el ejército en la persecución de “los comunistas” en bosques y montañas, siendo igualmente brazos políticos, con los que Trujillo promovía su “poderío” en el país.    

Coordinando tareas de los cuerpos propiamente castrenses y los periféricos, incluidos los alcaldes pedáneos, el tenebroso Servicio de Inteligencia Militar, SIM, dirigido por siniestros personajes como Johnny Abbes García desarrolló una furtiva labor contrainsurgente.

Están grabadas largas horas de sustanciosos testimonios orales y escritas miles de páginas que narran vivamente de manera pormenorizada dramáticos episodios protagonizados por los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo.

Es así como se cuenta  con los valiosos diarios de expedicionarios, recreaciones textuales y editadas, las investigaciones documentadas y los ensayos con nutridos aportes.

Sin embargo, el 50 aniversario de las expediciones obliga a insistir en escarbar la historia y desentrañar aspectos fundamentales, como el pensamiento político-social de muchos héroes, entre los que no se puede excluir a un Octavio Mejía Ricart, un Tony Mota o Johnny Puigsubirá Miniño.

Si se recrea la presencia de un Julio Raúl Durán, Cuco Peña y decenas de consagrados revolucionarios, y especialmente la colectiva voluntad de cambios en la sociedad dominicana se concluye en que el mejor homenaje a los caídos es educar a las crecientes generaciones sobre el manantial de enseñanzas de esos baluartes históricos: Constanza, Maimón y Estero Hondo.

La  Misión por la Memoria es un esfuerzo en tal sentido, buscando testimonios “in situ” en cada uno de los escenarios, bajo la convicción de que en Constanza nació la esperanza.  

Una esperanza avivada cuando fue recogida y levantada la bandera de la Raza Inmortal por Manolo Tavárez, Minerva Mirabal y el clandestino Movimiento 14 de Junio, bautizado así precisamente en homenaje a las gestas.

Se trata del impacto de las expediciones en el universo dominicano, un tema abierto por el resplandor de la verdad histórica, siempre con la necesaria orientación a la búsqueda de los caminos conducente a la liberación soñada por los mártires de Constanza, Maimón y Estero Hondo.

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