En cuartel de Gualey todo parece viejo

En cuartel de Gualey todo parece viejo

La falta de puertas denota enseguida la precariedad con que funciona el destacamento policial de Gualey, al que -por supuesto- no han llegado los reflejos de la modernización y reforma policial y ni hablar entonces de lujosas motocicletas y otros equipos que los agentes de aquí sólo ven a través de la televisión, si es que tienen en sus casas.

El estrecho local de concreto, ubicado en el centro de uno de los barrios más «calientes»,  está localizado en la calle Oscar Santana (antigua 18).

La casa está pintada de un verde triste, y tiene rota la persiana que da a la calle 29, e igual de deteriorada se puede ver otra persiana de una habitación contigua a un callejón, de modo que quien acude a querellarse puede ver libremente hacia la calle y el callejón, igual puede ser visto desde fuera. La entrada parece más de una marquesina que de un recinto policial.

La silla del policía, quien recibe las denuncias en una vieja mascota, no tiene espaldar. El viejo y estrecho escritorio da pena. La computadora es sólo un lujo,  nunca se ha usado. Para quienes acuden a poner una querella –la mayoría de los casos son de violencia intrafamiliar-  hay cuatro sillas plásticas de diferentes colores.

En Gualey todo parece viejo, hasta la ropa de los policías es vieja, y viejos son los pocos motores (algunos sin placas) que tienen para patrullar, como viejos son también los problemas y la pobreza que agobian a las más de 17 mil almas que viven en este barrio a orillas del río Ozama.

CON Y SIN TELEFONO

Como en la mayoría de las dotaciones policiales de la zona norte, donde reside más de la mitad de la población del Distrito Nacional, el destacamento de Gualey está sin servicio telefónico, el aparato sólo sirve para recibir llamadas, de manera que cuando se daña la radio, policías y presos quedan incomunicados, mientras la policía alega que la compañía telefónica está abusando, los agentes de Gualey y otros barrios siguen sin el servicio telefónico.

«CERO POSIBILIDADES»

Tras recibir la información del ciudadano de que minutos antes le había robado un reloj a tan sólo una cuadra del destacamento, el atento policía que lo atiende le dice que tiene derecho a poner una denuncia, incluso insiste para que la persona lo haga. Pero cuando se le preguntó qué posibilidades había de recuperar la prenda, el agente respondió con toda sinceridad: «yo le voy a decir la verdad, las posibilidades son cero».

«A esta hora -argumenta el policía- ya ese reloj ha pasado como por 20 manos, así es que no hay posibilidad de que uno pueda encontrarlo. Pero usted ponga la querella que si uno agarra uno de esos palomos y todavía lo tiene, le avisamos a usted, pero eso es muy difícil», manifestó el policía.

Asimismo, vecinos consultados expresaron a HOY que los robos y atracos son comunes en Gualey y que nunca hay posibilidad de recuperar nada.

 «SI NO PUEDES VENCER A TU ENEMIGO…»

Para varias de las personas consultadas, que no quisieron se revelara sus nombres, dijeron que muchos de los agentes son cómplices de los ladrones «y por eso es que usted nunca va a encontrar lo que le robaron, porque ellos son parte del negocio, esto se jodió», dijo uno de los vecinos.

Un comerciante de la calle Oscar Santana, la misma donde está el destacamento, sostuvo que en Gualey no se puede enseñar nada de valor porque enseguida los ladrones asaltan a quien lo tenga, no importa si es de día o de noche.

TRABAJO EN EQUIPO

Patrullar las calles y callejones de Gualey, además de el ensanche Espaillat, no es tarea fácil para un puñado de agentes mal equipados, que tiene que enfrentar a delincuentes bien armados y en ocasiones con veloces passolas que recorren veloces por el interior del barrio.

Por eso, cuando quieren «peinar la zona» los agentes tienen que solicitar refuerzos de otras dotaciones cercanas, y entonces salen en grupo montados en ruidosos motores que, sin embargo, no hacen sino «espantar» a los delincuentes que así lo pueden ver con suficiente antelación para escapar por los callejones.

Sea como sea, aún sin puerta en su local, con ventanas rotas, sin teléfonos, con escasos recursos para movilizarse y peor armados que los delincuentes, los policías de Gualey se las ingenian para enfrentar a unos enemigos cada vez más peligrosos.

Esperando siguen que allí lleguen, como a Capotillo, los equipos prometidos, los motores, la atención y todo el apoyo que requieren para mantener a raya la delincuencia que no cesa porque cada vez más encuentra caldo de cultivo en la marginalidad y la pobreza.

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