En defensa de la agropecuaria

En defensa de la agropecuaria

PEDRO GIL ITURBIDES
Creo en la necesidad de que la República Dominicana mantenga cierto equilibrio entre una economía de producción y transformación, y una de servicios. Pero contra el criterio de ciertos sectores, sostengo la necesidad de que al sector productivo hay que protegerlo. Para nuestros pueblos, Estados Unidos de Norteamérica es república digna de emulación. Y ellos, con su ejemplo, son prueba de que a los sectores productivos hay que apoyarlos.

Ahora mismo los estadounidenses se encuentran en un proceso de apoyo a las empresas de pesca de camarones marinos. Los captores de este crustáceo en el Atlántico norte y en el golfo de México estaban insatisfechos debido a las importaciones desde Ecuador, China continental, India, Brasil, Vietnam, Tailandia y Ecuador. Incoaron, como consecuencia, procesos ante el Departamento federal de Comercio, en Washington, para que fueran establecidas disposiciones arancelarias y técnicas contra tales compras. El primer argumento se vinculó al dumping, que al entender de aquellos productores, es práctica.habitual de los criadores de los países cuestionados.

Al dumping le atribuyen los empresarios estadounidenses de la pesca de camarones, los bajos precios a que se vende allí este alimento. El Departamento de Comercio acogió la inquietud de los camaroneros estadounidenses, al extremo de que se estableció un arancel de 200% para este producto importado desde Vietnam y China continental. Se ha previsto que antes de concluir el mes de julio, las importaciones provenientes de los otros países serán gravadas con un 65% de su valor.

Pero los camaroneros estadounidenses quieren algo más que el entorpecimiento a las importaciones de camarones ecuatorianos, hindúes, vietnamitas, chinos, brasileños o tailandeses. Desean el otorgamiento de subsidios destinados a relanzar y fortalecer esta actividad. Al tiempo que en la primera semana de julio se gravaban las ventas de vietnamitas y chinos, y se estudiaban las aplicables a las ventas de los demás, se gestionaba la concesión ayuda financiera federal. Para el logro de ese objetivo cuentan con apoyo de funcionarios del Departamento de Comercio y de congresistas de Washington.

Los camarones son un caso, como pueden serlo la soya, el trigo o cualesquiera otros artículos producidos en países de menor desarrollo relativo. Un socio del tratado de libre comercio, los estados unidos de México, ha sufrido sobremanera los inconvenientes de una relación que no siempre se cumple en doble vía. Los horticultores mexicanos vivieron lo indecible en su intento de introducir sus productos en el mercado que, en virtud del convenio, les era un mercado libre. Los productores de leche enfrentaron el cuestionamiento a las condiciones de los camiones en que transportaban este alimento.

Las acerías mexicanas tuvieron que ganar su batalla en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC), pues les resultó imposible hacerlo en virtud del tratado. El espíritu del convenio, pregonado como un acuerdo de compromisos comunes, se hizo, en la práctica, un contrato de adhesión.

Los mexicanos han tenido que luchar para superar los obstáculos. Para sectores de la economía estadounidense, con inclinaciones proteccionistas, los mexicanos debían comprar, pero no debían vender.

Nuestros productores quieren adelantarse a las posibilidades de disputas de esta naturaleza. Para comenzar, saben que el Gobierno Dominicano no los respaldaría en la medida en que el gobierno federal mexicano respaldó la lucha de sus productores. En adición, en Santo Domingo se topetarán con burócratas que les dirán que debían sentirse satisfechos con haber conseguido un contrato como el que  se nos regala.

Estoy con el TLC. Creo en su necesidad, pues un potencial gran mercado conviene a nuestros productores. Pero con la misma intensidad estoy convencido de que un pacto de este tipo, debe ser ejemplo de equidad. Si el TLC beneficia únicamente a un sector entre las partes, será causa de resentimientos como resultado de las injusticias que deriven de su aplicación.

Vale por ende, que oigamos, ahora, a nuestros productores. Después de escucharlos sin prejuicios, es que debe determinarse si tienen razón. Pero no debemos rechazar sus puntos de vista, únicamente porque estemos convencidos de que los estadounidenses son dueños de la verdad. Pienso que tienen una porción de esa verdad, y los dominicanos poseemos la otra parte.

Y hemos de pensarlo así, en defensa de nuestros productores agropecuarios y agroindustriales.

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