En defensa de la clase media

En defensa de la clase media

La clase media no tiene quien la defienda. Las políticas públicas del Estado dominicano son diseñadas en favor de los capitalistas que no quieren libre competencia y de los políticos que quieren perpetuarse en el gobierno del Estado mediante la permanencia como reserva de voto clientelar de las grandes masas empobrecidas. Pocos salen en defensa de los cientos de miles de profesionales, microempresarios y comerciantes que ven hoy desaparecer su sueño de avanzar en sus carreras y sus negocios, de poseer un carro y de una vivienda propia y de pagar los estudios de sus hijos en una buena escuela o universidad. La clase media está sola, terriblemente sola.

La culpa la tiene en gran parte la izquierda marxista. No tanto porque haya gobernado como porque ha logrado lo que Gramsci denominaba la “hegemonía”, es decir, el predominio en el campo intelectual de “su” concepto de clase media, o lo que en la jerga marxista se conoce como “pequeña burguesía”. ¿Y en qué consiste este concepto hegemónico de clase media impuesto por la izquierda marxista? La respuesta la encontramos en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Allí los pequeños burgueses aparecen como una nueva clase, situada entre el proletariado y la burguesía, que desaparecerá “por completo como fracción independiente de la sociedad moderna” y será reemplazada “en el comercio, en la manufactura y en la agricultura por capataces y empleados”. La pequeña burguesía es, en consecuencia, una clase siempre temerosa de un indetenible proceso de proletarización, por lo que se encuentra al borde de un ataque de nervios, pues sabe que, en la indetenible marcha del capitalismo, sus días son contados. Lo suyo, por tanto, es la crónica de una desaparición anunciada.

Juan Bosch lo dejó bien claro cuando afirmó que “la clase media dominicana, que vive sin un presente estable, no tiene fe en su destino, no cree en él y por tanto su vida como grupo social no tiene finalidad. Vive perdida en un mar de tribulaciones. Como consecuencia de esa actitud los dominicanos medios no han establecido una escala de valores morales, no tienen lealtad a nada, ni a un amigo ni a un partido ni a un principio ni a una idea ni a un gobierno. El único valor importante es el dinero porque con él pueden vivir en el nivel que les pertenece desde el punto de vista social y cultural, y para ganar dinero se desconocen las lealtades”.

Fíjense que esta descripción de Bosch de nuestra sufrida clase media, que sigue al pie de la letra la letanía marxista, pasa por alto que desde Juan Pablo Duarte hasta las Hermanas Mirabal, desde Sagrario Ercira Díaz hasta Orlando Martínez, es la clase media la que ha aportado a nuestra historia gran parte de las víctimas de las dictaduras y de los actores de la transición del autoritarismo. Aunque usted no lo crea, no son las masas empobrecidas las que encabezaron las grandes gestas de nuestra historia más reciente. Mientras estas, engañadas y adocenadas por tres décadas de propaganda oficial, lloraban sinceramente ante el féretro de Trujillo en el Palacio Nacional, las mujeres y los hombres de nuestra heroica clase media tramaban los grandes cambios políticos y sociales que debían producirse en el país.

Este prejuicio respecto a la clase media se ha reflejado en políticas económicas y tributarias que han tenido como víctima principal a los miembros de esta clase. ¿Consecuencia? Según revela un estudio del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, la clase media ha disminuido y se ha empobrecido desde el año 2000 hasta la fecha: en 2010 el 44% de la población era clase media frente al 50% del año 2002, alcanzando en 2010 4.2 millones de personas, apenas 100 mil personas más que en 2000, pero con más población.

Es obvio, en consecuencia, que la presente coyuntura requiere un partido dispuesto a convertirse en plataforma de la clase media y de los millones de dominicanos que desean salir dignamente de la pobreza. Esto solo puede lograrse si el Partido Revolucionario Dominicano -partido policlasista, “atrápalo todo”, pero expresión fiel de nuestra clase media- logra -alcanzada una fraterna unidad institucional, bajo la egida de su presidente, Miguel Vargas Maldonado, con el necesario, crucial y merecido protagonismo de todas sus corrientes internas-, encabezar un amplio bloque opositor de todas las fuerzas políticas y sociales del país, dispuesto a implementar un programa de políticas dirigidas a: fomentar el crecimiento económico; disminuir y simplificar las cargas tributarias; estimular las empresas y el empleo; canalizar los ahorros del sistema previsional hacia los sectores productivos; fomentar la inversión nacional y extranjera; racionalizar el gasto público y mejorar su calidad; focalizar las ayudas sociales hacia los sectores más empobrecidos; promover la competitividad, las exportaciones y el desarrollo de las infraestructuras; hacer la reforma eléctrica para disminuir precios y establecer la energía renovable como ancla de desarrollo; y relanzar el sector turismo y la agroindustria. La clase media es motor fundamental y una de las beneficiarias de esta impostergable revolución capitalista que nos permitirá crecer con equidad.

 

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