La migración de haitianos hacia nuestro país ha sido y es el arma utilizada por los dirigentes de ese país para hacernos daño. Viene desde que desconocieron los límites fronterizos establecidos en el Tratado de Aranjuez entre España y Francia en 1877, que todavía hoy pueden rastrearse.
Con el tiempo ocuparon una extensa área de terrenos que nos pertenecía y Trujillo, que lo dio como un hecho, se la regalo a mediados de los treinta, lo que fortaleció la política de empujar la población haitiana hacia el este.
En el siglo XIX y durante décadas del XX el discurso era que la población duplicaba la nuestra, el territorio menos de la mitad de la isla y la densidad poblacional varias veces la nuestra, a lo que ahora suman lo del país más pobre del hemisferio. Nuestro deber es parar en seco la invasión, la pretensión de lograr lo que no pudieron con las guerras que nos hicieron por espacio de doce años (1844 – 1856).
Se logra protegiendo la frontera como sucede en toda parte, Biden, por ejemplo, basado en una normativa de Trump ha devuelto en caliente más de 800 mil migrantes mexicanos y de otras nacionalidades, alegando razones sanitarias para evitar la expansión del coronavirus. A propósito, la ONU nada ha dicho.
El Gobierno lo hace cuando saca del país a inmigrantes sin papeles, política que se debe apoyar y repetir el discurso del presidente Abinader de que la comunidad internacional, principalmente Estados Unidos y Francia, aporte recursos financieros y humanos para atajar a los haitianos en su país, no podemos con ese fardo humano y financiero, y nadie puede obligarnos.
Probablemente dos hechos históricos explican la cerrazón de Estados Unidos. Siente culpa porque ocupó el territorio haitiano desde 1915 y cuando salió en 1934 no dejó instituciones organizadas, y el espacio político ocupado por dictadores y dirigentes corruptos.
Y para evitar críticas por el significado histórico de la revolución haitiana, la única rebelión de esclavos triunfante en la historia de la humanidad. Empezó en 1791 con la celebración de asambleas de esclavos y ceremonias vodú, logró la abolición de la esclavitud (1794), la independencia de Saint-Domingue y la fundación de una nueva nación bajo el nombre taíno de Haití (1804).
Todo lo anterior con un elevado costo económico y social, en francos oro el PIB de Haití era $200 millones en 1791, se redujo a $50 millones diez años después, y a mediados de 1850 es cuando la economía comienza a crecer para recuperar el valor de $200 millones en 1885. En los noventa y cuatro años que transcurrieron el país se llenó de pobres, lo que se mantiene por los gobiernos corruptos que ha tenido.
Termino señalando que en nuestro país no caben indiferencia y/o discursos políticos oportunistas, tenemos la obligación de apoyar al Gobierno que, respetando los derechos humanos, defiende la frontera, la nacionalidad dominicana y el presupuesto público, cambiando lo que con el tiempo se convirtió en una política migratoria que perjudica nuestra nacionalidad. Me refiero a la tolerancia de que sin papeles los haitianos van y vienen desde que en 1919 el Gobierno de ocupación estadounidense inició la práctica de contratar y traer braceros haitianos para el corte y tiro de la caña.
Nuestro deber es parar su pretensión de lograr lo que no pudieron con guerras
Siente culpa por no dejar instituciones organizadas tras 19 años de ocupación
Contratar haitianos para corte caña data de 1919 con Gobierno de ocupación EUA