En defensa de la primera Constitución

En defensa de la primera Constitución

No se explica cómo un profesor de historia de cinco universidades puede incurrir en  tantas inexactitudes y pasiones en sus análisis.

 Con la Constitución dominicana de 1844 y copias de las de otros países, libros y más documentos en mano, el genealogista e investigador histórico Jail Aurich, hizo la consideración al rebatir conceptos y esclarecer errores que atribuye a Augusto Bravo, su antiguo maestro de historia dominicana en la Universidad Católica de Santo Domingo, de la que es egresado.

 Justificó el artículo 210, negó que fueran siete los sacerdotes que participaron en la redacción de la primera Carta Magna y dijo que ninguno de ellos, como afirmó el catedrático, era extranjero. También hizo aclaraciones en torno al carácter liberal y nacionalista de Manuel María Valencia a quien Bravo definió como conservador, y defendió al Buenaventura Báez de esa época.

 Hizo puntualizaciones en torno al frustrado empréstito Hendrick, significó que la UASD no tiene facultad para eliminar el feriado del calendario y se mostró partidario de la continuación del asueto, cada 6 de noviembre.

 “Me sorprende que un catedrático de cinco universidades, director de un departamento de la Biblioteca de la Autónoma, sociólogo, antropólogo, no mostrara objetividad en sus declaraciones”, expresó Jail Aurich quien es autor, entre otros, de las “Cápsulas genealógicas” que se publican en Areíto, concluye una maestría de la Escuela Diplomática y Consular, es miembro de la Academia Dominicana de Genealogía y Heráldica. También es diplomado de Genealogía, Heráldica y Derecho Premial de la Universidad Apec y trabaja en la obra “Cancilleres de la Primera República”.

Estado bélico  “Cuando se redactó la Constitución de 1844 estábamos en un estado bélico, de guerra contra Haití y realmente, una constitución liberal no podía consolidar la independencia dominicana”, razonó Jail Aurich, agregando que el Presidente debía tener “los poderes necesarios para mandar los ejércitos nacionales”.

 Se preguntó si quienes censuran el artículo 210 lo habrán leído calmadamente para hacer un análisis desapasionado.  Dice el polémico artículo: “Durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede libremente organizar el ejército y la armada, movilizar las guardias nacionales y tomar todas las medidas que crea oportunas para la defensa y seguridad de la nación; pudiendo en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan, sin estar sujeto a responsabilidad alguna”.

 Aurich comentó que “si hubiésemos tenido una constitución liberal se producía una guerra interna entre varios grupos, liberales, conservadores, afrancesados, hermanos, no hubiese existido defensiva contra el enemigo. Creo que el profesor Bravo en ningún momento se ha detenido a examinar ese proceso”.

 En cuanto a los sacerdotes a que aludió Bravo aclaró que, en primer lugar, no eran siete sino cuatro “y ninguno era extranjero, a menos que se considere como tales al nieto de un canario, Manuel González Bernal, de Monte Plata, o a Julián Aponte, de El Seibo, que era nieto de puertorriqueño”. Reconoció como foráneo, sin embargo, a José María Caminero, “que fue canciller de la República”, y exclamó: “Pero, señores, el primer embajador, Antonio María de Pineda, era canario; el segundo emisario fue José María Caminero, los extranjeros tuvieron una participación decisiva en el proceso de Independencia y eran considerados como hermanos por los servicios prestados y la unidad con los nativos”.

 El investigador, habitual usuario del Archivo General de la Nación manifestó, en otro orden, que quien se opuso al préstamo a Herman Hendrick “fue precisamente un santanista, José María Medrano y Soriano, constituyente por San Francisco de Macorís”.

 Augusto Bravo declaró que Manuel María Valencia, elegido presidente del Congreso y representante de Santo Domingo fue un conservador. “Lo invito a leer la opinión autorizada de Vetilio Alfau Durán, en Clío, que escribió, refiriéndose a Valencia: ‘Contribuyó a hacerle ambiente en el exterior a la causa dominicana, destruyendo con sus escritos, graves o satíricos, según lo pedía la ocasión, la incesante propaganda haitiana tendiente a desacreditar  la empresa separatista”.

 El reputado historiador apuntó que “El Dominicano”, periódico de Valencia,  tuvo la gloria de ser “el más activo y eficaz heraldo de la libertad y la cultura patrios en los dramáticos días de su nacimiento”.

 Jail Aurich añadió: “Ese conservador que cita el profesor Bravo, Manuel María Valencia, fue un defensor de la dominicanidad a carta cabal”.

 El genealogista presentó constituciones anteriores y contemporáneas a la dominicana para contradecir el parecer de Augusto Bravo que expresó que delegar poderes absolutos en una persona convertía al país en una dictadura irresponsable, en un acto sin precedentes en América.

Aurich se refirió a la de Chile, que hacia frente a su problema bélico otorgando en su artículo dos “facultades amplísimas, ilimitadas” al Presidente, y a la de Colombia, redactada por Rafael Núñez, “liberal que después se asoció con los conservadores. Esa constitución rigió toda Colombia hasta 1921”.

 Aclaró, en otro orden, que el constituyente Buenaventura Báez era “el más probo intelectual de la época” para representar a Azua de Compostela. Contradijo aseveraciones de Bravo de que la UASD descartaría efemérides históricas porque “eso es facultad del Congreso Nacional. La UASD puede proponer, no descartar”.

 Finalizó reiterando que no sólo debe ser día festivo el 6 de noviembre sino que deberían distribuirse copias de la Constitución en las escuelas “o a nivel nacional, porque se educa y se permite establecer un análisis de ese tiempo, de esos años difíciles en los que el poder se concentró en Santana pero se obtuvo la victoria sobre los haitianos.

El ambiente ameritaba que el poder se consolidara en quien había sido el Libertador, la primera espada de la República”.

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