En defensa de la vida del niño

En defensa de la vida del niño

MARTHA PÉREZ
Una tarde de mayo, de esta época en la que el sobrecalentamiento del Planeta Tierra no permite ya que la naturaleza marque la diferencia entre las estaciones del año; y nuestro sol caribeño del verano o la cuaresma puede ser desplazado en cualquier momento por la lluvia o una tormenta, lejos de la temporada ciclónica, pude observar con asombro cómo el indefenso rostro de un niño recibía en su tierna mejilla una bofetada de una mano adulta impulsada por la ira que causaba -talvez- la insatisfecha respuesta a una morbosa necesidad o a un deseo de la fantasía.

¿Será la madre? Me preguntaba, al ver aquella mujer que golpeaba al menor como incriminándole apurar el paso, en unas de las calles de nuestra ciudad capital agobiada por transeúntes que van y vienen ensordecidos por la contaminación del ruido que entona un «melodioso» eco por doquier; más allá del alto volumen de las bocinas de equipos musicales de algunos colmadones, del descontrolado toque de bocinas vehiculares hasta en zonas prohibidas; de los venduteros y pregoneros; de los motores de vehículos con mofler en malas condiciones y de plantas eléctricas envejecidas y cansadas de responder durante los prolongados apagones que sirven las «Edes», en lugar del servicio de energía eléctrica. Todo lo cual forma parte del trajín del día a día de los dominicanos.

En esa señora, como diría un comercial publicitario de una reconocida entidad social, imaginé a una maestra; imaginé a una enfermera, a una doncella, a una presidiaria, a una prostituta; todas de cualquier nacionalidad, pero, todas mujeres; y pude ver en ella a una asesina, porque ninguna de las anteriores serían capaces de cometer la acción que ésta dramatizaba con el mayor desparpajo. Mi segunda pregunta fue ¿qué habría hecho ese niño para ganarse ese bochornoso castigo? Pero la respuesta todos la sabemos: la inocencia no conoce la maldad. Recordé, entonces, la fiesta de navidad, la de los ¡Santos Inocentes!, la de los Santos Reyes, todas celebradas por la iglesia católica en honor a los niños y niñas, con la diferencia de que en la primera fiesta, el púlpito luce vistosos ornamentos y se viste con colores blanco y rojo; y en la segunda, cambia estos ornamentos y el color rojo de los mártires triunfantes, por el morado, en señal de recogimiento, de reflexión, de duelo. Los Santos Inocentes son las víctimas de Herodes, quien cometió el crimen contra niños inocentes. Matar niños, robarles la vida o castigarlos con golpes, sólo porque estorban, porque turban a veces la tranquilidad y comodidad personales, es una barbaridad, un horror!. Hace mas de dos mil años que la historia narra este acontecimiento; y por ahí, por las calles, andan nuevos Herodes, cuyas manos están manchadas también con la sangre o el pudor de niños y niñas inocentes; cuyo proceder nisiquiera mueve la reacción de quien les vea actuar de esta forma, ni causa escándalo en este mundo moderno, salvo cuando los hechos tocan o sobrepasan los «límites permitidos».

Hombres y mujeres que con toda tranquilidad hasta se ufanan de sus hechos contra menores u otras personas; se ufanan hasta de sus crímenes. Esa actitud de tranquilidad después de la maldad, del error, convierte a estos herodianos en más infractores que Herodes, pues éste no era el padre de aquellos niños cuya vida suprimió con el asesinato y dio su orden en el primer momento de turbación, probablemente causada por el miedo; los Herodes de hoy cometen sus maldades, sus monstruosidades con premeditación bien calculada. El adulto que comienza bofeteando a un menor, en la forma de la escena que desgraciadamente presencié, es un deformador de la conducta de menores y un destructor de sus potencialidades y sueños. Hace falta una mayor vigilancia y cuidado de los menores por parte de sus padres o tutores. Todos los seres vivos necesitan un medio y atención especial para desarrollarse.

Quienes cometen abusos contra menores, los maltratan o les asesinan, ¿acaso creen que nacieron adultos?. Resulta inexplicable un hecho abusivo contra menores de edad; ya sea golpes, castigos severos, abuso sexual, etc. Actitudes de esta naturaleza son, sencillamente, actitudes en contra de la vida, en contra del desarrollo y del futuro de un país. Para personas con estas conductas, padres, madres o tutores, tendría más significado un féretro que una cuna y la vida sería un asunto de poco valor y sin sentido. Y quien así piense, qué concepto puede tener de familia y de nación?. Los niños y niñas son las flores del jardín, la voz de las campanas, el canto de los pájaros, el fruto de los árboles, lo dulce de la miel, el eje que pone a girar la familia; la multiplicación del árbol genealógico; y el futuro del país. Motivos suficientes para asumir siempre una conducta en defensa de la vida de los niños.

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