En defensa de Montes Arache

En defensa de Montes Arache

Los pueblos que olvidan sus héroes o prohombres son pueblos que, además de ingratos, viven de espalda a la historia base del desarrollo y de la civilización como ente imperecedero de la humanidad.

Más así, si los hechos históricos de un pueblo determinado son deformados con mentiras que contribuyen a la creación de mitos y leyendas o simplemente a la conmemoración «efemérica», valladar institucional de la historia que sirve de retranca al análisis sereno y objetivo de donde surge la verdad histórica.

Todos los grandes hombres en vida o muertos son sometidos a este análisis sereno, desapasionado y objetivo -por eso son figuras históricas o públicas-, sin que a nadie haya que colocarlo seculatun estén un pedestal infranqueable sin la mirada escrutadora de la opinión pública o de la historia.

Los tres hombres más influyentes de nuestra historia reciente fueron Bosch, Balaguer y Peña Gómez; y los tres son las figuras históricas recientes más escrutados, vilipendiados en vida y muerte, pero estos criterios negativos no demeritaron sus aportes históricos y por encima de las pasiones políticas circunstanciales sus figuras cada vez más son reconocidas por la historia y hasta por sus detractores de ayer.

El juicio emitido por el vicealmirante Manuel Ramón Montes Arache, equivocado o no, es un juicio interesante, sin que se considere una «deslealtad» o «incapacidad», ya que este juicio crítico fue enriquecido por parte de otros contertulios en el almuerzo de los medios de comunicación del Grupo Corripio, el pasado miércoles 21 de abril.

Cuando Monti afirma que «Francis no era lo suficientemente inteligente ni estaba preparado para esa posición (presidente de la República en arma) que le echaron los políticos» no deja de ser un juicio valiente, que sirve para el debate público, y para esclarecer la verdad histórica la primera gran pregunta que hay que hacer es ¿por qué el Congreso Nacional electo en 1962, reunido en Asamblea Constituyente, cuando el presidente provisional, Rafael Molina Ureña, abandonó cobardemente el poder y se asiló en la embajada de Ecuador, no escogió en el orden constitucional otro «político» civil para Presidente y nombraba a Caamaño ministro de las Fuerzas Armadas?.

La Revolución de Abril del 1965 está cargada de mitos y mentiras, que cuando se someten al más somero análisis objetivo se derrumban, y esto es lo que temen los «secuestradores de los hechos históricos», que en lugar de la verdad han colocado una «tradición oral», que les ha permitidos vivir, y vivir, muy bien presentándose como «héroes», cuando la verdad verdadera (como decía mi abuela) es que si se escudriña la participación de estos «héroes» van a caerse del pedestal.

Usted puede estar o no de acuerdo con la declaración de Montes Arache, pero no descalificarlo usando ofensas personales como llamarle «desleal», «incapacitado», «limitado intelectual». Por de pronto, la capacidad intelectual está determinada por el manejo metódico de un determinado campo del saber o de las artes; y como sabemos Montes Arache demostró en el escenario de la guerra, en abril del 65, ser un brillante militar, que hacía lo que tenía que hacer, aplicó la táctica correcta, y gracia a esa táctica correcta la Revolución sobrevivió y hoy los combatientes podemos contar la historia.

Para muestra basta decir, que después de los bombardeos del puente Duarte, donde el movimiento constitucionalista fue diesmado por la aviación militar y los blindados, que el mando militar de «este lado» abandonó cobardemente la trinchera del honor, y se asiló en embajadas extranjeras, o simplemente se presentaron a sus guarniciones militares de nuevo, si no surge la figura callada, pero lejendaria, de Montes Arache, en el escenario de la guerra -quien en adición había logrado que Caamaño abandonara la embajada donde se había asilado hoy en días no estuviéramos contando la historia, y si esos aguerridos soldados de infantería del CEFA (Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas) logran penetrar al lado oeste de la ciudad la carnicería iba a ser de tal magnitud que el proceso histórico dominicano se detendría por varios años, como sucedió en Chile con el golpe militar de Pinochet contra el inmortal presidente Allende.

Caamaño es la figura política de la Revolución de Abril, pero Montes Arache es la figura militar, y ambos forman un binomio emblemático cuyos hechos deben de ser juzgados por lo que hicieron ayer, en el inolvidable acontecimiento abrileño del 65, y no por sus vidas posteriores; ni Caamaño como el guerrillero «Román», ni Montes Arache como el militar que se mantuvo apegado a los cánones constitucionales en los sucesivos gobiernos posteriores a la revuelta armada, porque si hiciera lo contrario no tendrían vigencia los principios constitucionales que lo llevó a luchar en una fecha que como hoy, hace 39 años, en la trinchera del honor.

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