En desacuerdo con los acuerdos

En desacuerdo con los acuerdos

Por más que lo leo y trato de entenderlo, no lo entiendo. Y es que no quiero ni puedo entenderlo. La práctica viciosa nos llega allende los mares, donde un Ministerio Público obedece más al pragmatismo utilitarista que a la razón y la justicia. Representante de la sociedad en nombre de la cual debe actuar ante la justicia en defensa del supremo interés de su representado, la seguridad ciudadana, es incapaz de llevar a efecto su propósito. Su irrenunciable misión, le es desconocida. Se confabula. Se le da poder para pactar y llegar a acuerdos sórdidos con los enemigos de la sociedad, garantizándoles el perdón de su culpa, y hasta la devolución de sus bienes mal habidos, y no pudiendo devolverle la vida a sus víctimas, en un simulacro lo exonera del castigo merecido que solo Dios en su escrupulosa contabilidad del sufrimiento humano conoce y sabe cuánto cabe en el alma corrompida de un desalmado.

Pactar con un asesino en nombre de la justicia, con un ser malvado a quien solo mueve la ambición del lucro desmedido sin importar la magnitud del daño, aun amparado por una ley que se desdice, es una acción deleznable, un tributo a la incompetencia, una confesión de absoluta impotencia contra el crimen organizado que no libera ni puede liberar al sistema ni a cualquier institución de la afrenta, de la iniquidad, de la complicidad que alienta la impunidad del crimen.

¡Cuales son los beneficios sociales o morales de ese aberrante acuerdo farmacéutico, y otros similares que no elimina la injusticia, el mal causado a sus víctimas y en cambio produce creciente indignación!
“Las leyes son justas cuando crean o conservan para la asociación política (la sociedad) el bienestar o solo algunos elementos de bienestar. La ley extiende igualmente su imperio sobre todos los vicios prescribiendo unas acciones, prohibiendo otras.

La justicia, entendida de esa manera, es la virtud más completa, es la virtud entera; y la injusticia, que es su contraria, no es una parte del vicio, es el vicio todo.” “El individuo revestido de poder obra bien pronto en su provecho, y no tarda en hacerse tirano.” (Aristóteles).

Pero el Magistrado, como al legislador, al que se le ha confiado el poder es el guardador de la justicia, de la igualdad, del bien común, de la honorabilidad de la sociedad por aquel representada.
Y así, arrastrando estos lodos, caminamos.

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