En Dominicana, dos justicias

En Dominicana, dos justicias

LEONEL RODRÍGUEZ UREÑA
Bíblica es la sentencia que reza: «La justicia es el orgullo de una nación». En nuestro país ha evolucionado muchísimo el sistema judicial, tendente a que algún día los hijos de la nación podamos sentirnos orgullosos; y solamente en muy alto porcentaje será, cuando el Ministerio Público origine sustentaciones jalonadas sin distorsiones a fin de que los jueces, previas pruebas que se les hallan presentado, evacuen medidas absolutorias o condenatorias tan solo al tenor de la preservación total de las prerrogativas del poder judicial y los derechos de las partes, que mantengan inviolables las leyes y las reglamentaciones, que entonces así estarán contribuyendo a disminuir y al final erradicar hechos visicitudinarios vergonzosos.

Tenemos en nuestro terruño centenas de leyes y reglamentaciones que se incumplen o que por diversas razones se aplican de modo complaciente. Creemos que se impone «la jornada de acatamiento de las leyes». Cabe decirles que mi hija Sol Almeida me cuenta que en Italia ahora hay menos muertes por accidentes de tránsito al valorizar la licencia de conducir con 20 puntos; violar una luz roja descuenta cinco puntos; sobrepasar con 10 kms./hora te quitan la licencia y ahí mismo te apean del vehículo. Entre nosotros, aunque las designaciones recaen por acuerdos políticos, hemos mejorado con el Consejo Nacional de la Magistratura, que nombra la Suprema Corte de Justicia, y éstos a su vez los jueces de las Corte de Apelación y de la Instrucción.

Se ha avanzado, se reconoce, y connotados existen que preocupados estatuyen códigos de éticas normativas, y cursillos varios se dictan en pro de corregir la imagen y culminar adelantos. Empero algunas de las enseñanzas recibidas les entran por un oído y les salen de modo fugaz, pues los hay que después de asistir por varias semanas a recibir esos adiestramientos moralizadores, regresan a sus menesteres, y en poco tiempo los ve usted incrementar la calidad de sus ajuares raídos, hacia las vestiduras de los buenos trajes, las chacabanas de lino, calzados, y hasta el cambio del vehículo, y esos son los de la «justicia que delira», la que equivoca sus obligaciones; es decir la que no cumple el rol que le corresponde de defender la sociedad, el interés público, porque sencillamente confundieron o no les importaron las cátedras vertidas y siguieron dándole cabida a la debilidad de su alma complaciendo quizás por piedad el clamor de indulgencias solicitadas por infractores, y a veces apadrinadas. En contraste se observa también a consagrados; y esperanza, que no tuercen su trayectoria y hasta se puede oír comentar que declinan ofertas tentadoras, y entre ellos de ejercicios tan pulcros que ni siquiera osan proponerles. Estos constituyen «la Justicia que rectifica». Si no fuera por la Justicia que en tantas ocasiones rectifica, que constituye un freno y es un muro. «La Justicia que delira» estará más a sus anchas en el mercado de las concesiones. Y mientras los actores no entiendan el mensaje de combate a la corrupción propuesto por el primer magistrado de la nación, en el país seguirá habiendo dos justicias: La que en un alto porcentaje delira, hace despropósitos, al no cumplir con su obligación de defender el interés público en consonancia con las reglas de conducta social obligatoria, y la que en apreciable porcentaje rectifica enmendando procederes.

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