En EEUU siguen sin comprender

En EEUU siguen sin comprender

Entre 1965 y 1968, el número de soldados americanos en Vietnam se fue incrementando hasta los 550.000 soldados. Se utilizaron profusamente bombas de napalm y desfoliantes cuyas consecuencias, tanto en el ecosistema como en las siguientes generaciones, ha sido terrible. Las deformaciones genéticas, que se siguen produciendo, son un crimen contra la Humanidad que nunca ha tratado Tribunal Internacional alguno.

En mayo de 1975, los americanos tuvieron que dar la guerra por perdida y abandonar precipitadamente el país con la caída de la capital Saigón. El resultado fue la muerte de 50.000 soldados americanos y dos millones de vietnamitas, principalmente civiles. Hoy, el país sigue siendo comunista aunque se ha abierto paulatinamente a la economía de mercado y recibe un turismo estadounidense importante, especialmente de quienes vivieron intensamente aquella guerra colonial. Las relaciones entre los antiguos adversarios son cada vez más estrechas y las heridas que dejó la guerra solo siguen abiertas para los familiares de los que cayeron en aquella absurda contienda que solo defendía a una clase corrupta de políticos del sur de la antigua Indochina.

Durante esa guerra, que nunca fue declarada, los EE.UU., cometieron actos contrarios al respeto debido a la población civil no combatiente. El 16 de marzo de 1968, un pelotón de soldados al mando del Teniente William Calley llegó al poblado de My Lai y con la excusa de que habían recibido fuego enemigo, dieron muerte a 400 o 500 civiles, principalmente mujeres y niños. Un año más tarde se produjo un juicio que no llegó más que a una conclusión, además de expulsar al teniente como único responsable, la cruenta ofensiva del Tet soportada por los americanos, había estresado a los hombres de Calley. Hace unos días, las torturas y vejaciones denunciadas por Dan Rather en la cadena americana CBS, van a suponer un Consejo de Guerra para un grupo de soldados de ambos sexos responsables de las mismas. La general Janis Karpinski, responsable de la prisión de Abú Gharib, cerca de Bagdad, fue relevada de sus funciones a finales de enero cuando seis de sus subordinados fueron acusados de maltratar a prisioneros. Este tipo de acciones nutre las filas del enemigo y enardece su combatividad. Que un ejército occidental se presente como libertador, como defensor de los derechos humanos y de la democracia, que nos presente la cárcel de Abú Gharib como centro de torturas de la dictadura de Sadam Huseín, y actúe con violencia innecesaria, y cometan semejantes tropelías, es la mejor manera de perder una guerra. La retirada de los marines, que asediaban Faluya desde hace tres semanas, dentro de lo que cabe, es una muestra de sentido común del Departamento de Estado frente al Pentágono. Un general de la Guardia Republicana de Sadam va a intentar poner orden en una ciudad de 300.000 habitantes que ha padecido bombardeos despiadados durante más de veinte días. Por supuesto que muchos insurgentes verán este gesto como prueba de que han vencido a su enemigo pero es la única forma que tiene el mando militar americano de salvar la cara. La mayoría de las veces, inteligencia y bravuconería son posiciones antagónicas.

En casa, las fotos de los féretros de sus muertos y las noticias de brutalidades por parte de sus soldados, de negativa de los británicos a mandar más tropas a Irak para cubrir el flanco abandonado por los españoles y algunos centroamericanos, están poniendo en peligro la reelección de George W.Bush. Las declaraciones de éste y de su vice-presidente Cheney ante la Comisión del Congreso, pese al secretismo, ha trascendido y todo el mundo sabe que había avisos previos de un posible ataque de Al Qaeda. Escudarse en que el presidente creía que el ataque, alrededor del 11 de septiembre, se produciría fuera de EE.UU. no acaba de convencer a nadie. El hecho de que había ciudadanos árabes aprendiendo a pilotar en escuelas norteamericanas parece indicar que el atentado se iba a producir dentro de ese país. Después del ataque a las Torres Gemelas, nos enteramos ahora que Bush dio orden de derribar un avión salido de Barajas y que, afortunadamente dio media vuelta y regresó a Madrid. ¿Qué hubiese dicho Aznar si ello se hubiese producido?

Volviendo a la realidad: si el 20 de marzo de 2003 setenta de cada cien americanos respaldaban el ataque contra Irak, ahora solo 46% lo sigue haciendo. Y como vemos, los errores políticos que se vienen produciendo, aumentan cada día más el descontento con la marcha de las operaciones militares. Hemos visto que el trato dado al Imám Múqtada al-Sáder cerrándole su periódico y dando orden de detención contra él, ha hecho que la población chií, en teoría satisfecha con la caída de Sadam Huseín, se haya unido a los suníes en la lucha contra el invasor. Creer que un gobierno iraquí fabricado en EE.UU. y directamente importado a Bagdad, sin poderes ni control sobre las fuerzas de seguridad, con una bandera nueva encargada por el señor Paul Bremen, puede, el 30 de junio, hacerse cargo del gobierno de Irak, es estar esperando que llegue Santa Claus cargado de regalos en pleno verano de Mesopotamia. (Bitácora)

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