Cada año la historia parecería repetirse. Mientras las horas se marchitan y decimos adiós a un año que se hizo viejo a fuerza de transcurrir hacemos un repaso que suele tener visos de emoción. Vamos de la risa al llanto y del llanto a la risa; pasamos de la conformidad a la duda; hacemos catarsis, si creemos en ello, y decimos adiós en un ejercicio de liberación que nos regala esa paz que andamos buscando.
Hoy, aunque lo queramos evitar, pensaremos en lo que dejamos atrás y en lo que recibiremos. Cada lección aprendida, cada ilusión perdida, cada decepción, cada angustia y cada duda se mezclarán con cada alegría, cada satisfacción, cada momento… cada cosa vivida. Y surgirá la pregunta recurrente: ¿qué nos deparará el próximo año?
Probablemente, como suele suceder, recordaremos todo lo que dejamos pendiente en este 2015 que agoniza y, aunque sea inútil, volveremos a hacer la promesa de que en el nuevo año nos pondremos al día con todas esas metas/propósitos que nos harán conquistar eso que queremos alcanzar pero que siempre se ve demasiado lejos porque no nos esforzamos tanto como debemos.
Pasando a lo que sí hice en el 2015 me quedo con lo mejor: apostar por el talento local. Vi películas como La Gunguna, obras como Toc Toc y espectáculos como “Navidad entre amigos” (que vuelve el lunes a Escenario 360) y, al hacerlo, comprobé que en RD nos quejamos de que hay una pobre agenda cultural cuando en realidad no es así. Ahí están Teatro Alternativo, Las Máscaras o Guloya, por ejemplo, que siempre tienen buena cartelera. En el 2016, ¡vamos a apoyarlos!