En el Centro Cultural de España, alegría, frescor y diversidad de una gran exposición

<p>En el Centro Cultural de España, alegría, frescor y diversidad de una gran exposición</p>

Será una de las principales exposiciones del año, y deleita a todos, antes de que sepamos cómo se intitula. Ya que desde el primer cuadro, en las salas de arriba o de abajo, reconocemos ese arte maravilloso, que no ha logrado calificarse realmente, y de varias denominaciones afines el «arte naïf» sigue siendo la más corriente

POR MARIANNE DE TOLENTINO

(I)

«No soy yo el que pinta, sino algo en la extremidad de mi mano».
El Aduanero Rousseau

Este epígrafe puede encabezar el comentario de una exposición del arte que tuvo por progenitor, Henri Rousseau, mejor conocido como le Douanier Rousseau -por ser empleado de la aduana-. Para aquellos pintores «autodidactas, llamados naïfs» (1)-según lo señalaba André Bretón con airada pasión-, fue después de la revelación del «aduanero» en el Salón de los Artistas Independientes en París, cuando el interés empezó a sustituir el desprecio por esos artistas diferentes. Si reflexionamos algo más, era la época del florecimiento del arte moderno, y en cierto sentido, esos pintores populares también quebrantaban las convenciones de la tradición pictórica.

En  estas pocas líneas,  hablamos de pintores «naïfs» y «populares». A estos artistas, que no han estudiado en la Academia y únicamente escuchan sus voces interiores sin preocuparse por maestros ni movimientos, no sólo les distinguen como «naïfs», sino como ingenuos, populares, primitivos, infantiles, domingueros, intuitivos (2). Se ha teorizado sobre cada una de esas calificaciones, demostrando que presentan diferencias, pero globalmente  todas se refieren a los que no recibieron formación artística profesional, suelen dedicarse a otro trabajo de subsistencia -al menos hasta el éxito y sus peligros mercantiles-, y crean espontáneamente con sinceridad, sin ataduras de forma ni de estilo.

Una discusión semántica no cabría en este momento, pero si remontamos a la etimología de «naïf», es bastante explicita, viniendo de «nativo» en español e italiano, teniendo por sinónimo «né» o «nacido», o sea artista de nacimiento. Préfète Duffaut, el inconfundible y tan (mal) copiado pintor haitiano, por cierto lo decía «Uno no se vuelve artista naïf, uno nace naif o uno no lo será nunca. Es un don y este talento no depende ni de la profesión ni de la edad, ni del sexo.» Creemos que esta afirmación es una muy buena propuesta, enunciada por un artista emblemático.

«Las dos tiernas orillas»

Esta estupenda muestra se llama «Las dos tiernas orillas», «Pintura ingenua a ambos lados del Atlántico». En efecto se tiende a circunscribir esa clase de expresión plástica -también hay escultura, pero mucho menos que pintura- a Haití, cuando la hay en toda América, y por supuesto en toda Europa, con mayor desarrollo en algunos países, En arte la gran familia de los «naïfs» es la más extendida en el mundo.

La exposición del Centro Cultural de España, según lo evoca su título, propone pues  pinturas de artistas de España y Portugal, de Haití -la mayoría con España-, Puerto Rico y República Dominicana. La selección es generosa, el nivel altísimo, una colectiva de museo europeo  con varios textos notables sin firma -que probablemente forman parte del ensayo central del futuro catálogo-.

Apreciamos el hecho de que existe la misma calidad en todos los espacios -segundo piso, balcón, nave central, sala posterior de la primera planta- con la introducción «ritual» en el vestíbulo de la entrada. Apenas se debe hablar de museografía, sino de una colocación simple, clara y que invita a una lectura personal. Así mismo se ha evitado distribuir los cuadros por países, regiones, por un lado y otro del Atlántico, prefiriendo comunicar la sensación de una comunidad de creadores amables y no ofensivos.  

Aconsejamos dos visitas – ¡de la misma manera que dos artículos se necesitan!-, si se quiere mirar, como lo ameritan, los detalles minuciosos y encantadores, que encontramos en muchas de las obras, las cuales se convierten en verdaderas crónicas visuales de la vida cotidiana, de fiestas o de eventos ceremoniales. Pensamos particularmente en los artistas españoles y en buena parte de los haitianos.

Sin embargo, otras pinturas, aquí una minoría, optan por la sencillez de la representación, con pocas figuras, hasta una sola, burdamente diseñadas y coloreadas intensamente, privilegiando en su fantasía la textura y la impronta onírica. Sorprende que sea de Puerto Rico la representación más fehaciente de esos valores.

Observamos pues distintas maneras de ver y vivir el mundo, de captarlo con distintas facturas y técnicas, a menudo preocupadas por la perfección y casi un inesperado hiperrealismo, que alterna el campo y la ciudad, el hombre y el paisaje. Es indudable que se manifiesta una «nueva imagen» en el arte ingenuo… como en el otro, y sus creadores no se han quedado en la visión idílica, sino arcaizante, que una idea preconcebida se hace de esa categoría. Por cierto, las obras expuestas en el Centro Cultural de España, han sido realizadas en el último cuarto del siglo XX y en la actualidad más reciente.

Los naifs dominicanos

En Santo Domingo solemos considerar el arte ingenuo como imágenes del paraíso perdido, que evaden las transformaciones o las embellecen sistemáticamente; pensamos en una pintura rural, poblada de una flora y fauna fantástica.

Periódicamente, lamentamos que no haya más artistas naifs en la República Dominicana o al menos que no se dediquen más esfuerzos a detectarlos, estimularlos y darlos a conocer. Ciertamente existen bastantes autores de arte popular, que mayormente pintan sobre paredes de comercios en los barrios humildes, pero ellos no atraviesan el umbral del anonimato y de los encargos ocasionales. El siempre recordado artista, poeta y crítico Silvano Lora investigaba e incentivaba esa clase de arte pobre como una de sus militancias, llegando a organizar exposiciones.  

En Santo Domingo solemos considerar el arte ingenuo como imágenes del paraíso perdido, que evaden las transformaciones o las embellecen sistemáticamente; pensamos en una pintura rural, poblada de una flora y fauna fantástica, en el pintor que también elimina la perspectiva, porque no la sabe o no la quiere traducir. Justo Susana, nuestro naif por excelencia, corresponde a esa visión tradicional de un arte inocente sin tiempo, identificado con una naturaleza que él reinventó incansablemente, comunicándole a la vez prestancia y candor, con una tipología singular de aves, vacas y palmas. Quien hablaba de «Picasso, Rousseau y yo» está presente, algo modestamente – pues hay obras de él mejores-, en la exposición, donde no podía faltar.

El joven José Morillo, que cuenta con una marchand y una galería que respetan su independencia, es prácticamente el único promovido entre los pintores naifs permanentemente activos. Aunque orgulloso de serlo, él demuestra una personalidad evolucionada y receptiva: Morillo observa y plasma, con humor y poesía, la realidad del entorno, de las actividades y juegos criollos, de la gente inmersa en un trópico verdiazul, cercano al mar y a la ciudad.  Aquí el cuadro inventario de las casitas campesinas, incluyendo un marco sembrado de nubes, posee un encanto especial. Nos preguntamos si esa pintura de pequeño formato anuncia un cambio dentro de la concepción creativa, o si se trata de una obra aislada.

En cuanto a Hugo Matta, ha sido para nosotros una revelación, y sus dos obras son magníficas. Lo conocíamos como pintor costumbrista, propenso a la repetición y a un género cuya calidad sufre por la demanda comercial. Aun que se podría discutir si es de verdad un artista ingenuo, y que de todos modos se encuentra en el limite de esa definición, esta – para nosotros- nueva faceta de sus paisajes lo rehabilita en su valor pictórico. El campo con cultivo de tabaco, reinando un verde suntuoso en un cromatismo radiante, deslumbra literalmente. El uso muy sabio y ilusionista de la distancia, de la profundidad de campo, contribuye al atractivo. Después de todo, auténticamente naif o no, son de Hugo Matta obras a recordar.

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