Hay que reconocer al presidente Leonel Fernández capacidad inventiva para ejercer el poder autoritario, lo que contrasta con la improvisación que a veces exhiben los líderes de la oposición.
Tal es el caso del reciente Pacto de Corbatas Disímiles que firmaran en nombre de sus respectivos partidos, sin consultar a los cuerpos colegiados superiores, el PLD y el PRD, en torno a la ley que reglamenta el Consejo Nacional de la Magistratura.
En efecto, tal como yo pronosticara en el 2009 por esta columna, a propósito de la inclusión intempestiva en el CNM de un funcionario designado por simple decreto: el Procurador General, y por consiguiente dócil al Presidente de la República, y que a éste se podría tratar de añadir el voto de calidad, en caso de empate, del titular del Poder Ejecutivo, con lo cual sería decisivo.
Naturalmente que en las presentes circunstancias, el Presidente no requeriría ese voto extra, ya que con los dos que posee de derecho, el del Procurador General incluido, tiene en su favor el de los Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, más el del senador reformista aliado, pero como en el caso muy probable del triunfo del PRD en 2012, esa mayoría segura puede perderla, y quiere asegurarse de tener la facultad para designar a su antojo a los miembros de la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Constitucional, aunque incluyendo entre éstos a sus aliados tácticos que son nominalmente del PRD.
Con el Pacto de Marras, el Presidente cede aparentemente en cuanto a reconocer lo que está escrito claramente en la Constitución, sobre la mayoría congresional de las dos terceras partes para tomar decisión sobre las leyes orgánicas y la edad máxima para ser elegido en el Tribunal Constitucional, pero pasa de contrabando un tercer voto de nueve para conformar no solo esos dos cuerpos superiores de Gobierno, sino la Cámara de Cuentas y sobretodo el Tribunal Superior Electoral, que puede ser vital para controlar el próximo proceso electoral, pero que colocado ahora fuera de contexto parece tener menos importancia, olvidándose el carácter democrático que deben tener las instituciones del Estado. El Presidente, como la conocida marca de aceite lubricante, será Tres en Uno. Me pregunto ¿porqué no se aprovechó para ratificar la decisión de aprobar una Ley de Partidos Políticos democrática?
Se trata de todo un plan de dominación Constitucional, digna de mejores causas