En el Día de Nuestra Señora de la Altagracia juegos y comilonas matizaron vida en barrios

En el Día de Nuestra Señora de la Altagracia juegos y comilonas matizaron vida en barrios

POR LLENNIS JIMÉNEZ
A las 12:00 del mediodía en  San Carlos los muchachos se preparaban para comer un cicido de pata de vaca, mientras los de Villa Juana paseaban por la calle Luis Manuel Cáceres Michel (Tunti) una de  13 culebras que estaban a punto de freir.

Esto es solo una muestra de todo lo que hizo ayer la gente de los barrios populares de la Capital  para romper la monotonía durante un día feriado.

Bebidas, juegos y bailes en los espacios públicos caracterizan los  altisonantes momentos, en los peculiares estilos de vida que organizan los residentes de las barriadas  del Distrito Nacional.

Para el Día de Nuestra Señora de La Altagracia, la gente de los barrios volvió a hacer sus esquemas de vida social, unos con música del recuerdo, en otros, con merengues de calle o reguetón.

Cuarenta pesos era el precio mínimno de un vaso de consomé de vaca en una residencia de la calle Juan Bautista Vicini casi esquina París. Los jóvenes buscaban el caldo para echar la zapata del estómago, puesto que la noche del domingo fue larga y tendida para muchos, que a sabiendas de que el lunes no se trabajaba, armaron un fiestón en la calle y amanecieron resacados.

“Son cuatro chatas de Palo Viejo las que llevamos ya”, dijo uno de tres hombres que bebían ron Bermúdez en este sector y que había perdido hasta el equilibrio.

Pero en Villa Juana, donde reinaba la calma, el escenario más observador lo ocupaba  un joven al que todos llamaban “Papa” y que próximo a la calle Juan Erazo exhibía una de las culebras que decía que comería. No hubo transeúnte que no mirara el reptil verde que sujetaba con ambas manos y que no dejaba de moverse.

En el contiguo sector de Villa Consuelo, la cotidianidad era extraña, porque el silencio era posible en forma continúa, luego de que la mayoría de los establecimientos comerciales cerraran sus puestas. El mercado de provisiones alimenticias de Villa Com, como ha sido bautizada esta arteria, tenía casi todas sus puertas cerradas. En la calle Baltazar Álvarez con Manuela Díez un hombre tejía escoba de guano, un poco olvidado de la recordación de la madre espiritual del pueblo dominicano.

Muy cerca de él, una tienda de juguetes abrió durante las primeras horas del día.

Los negocios que atienden a clientes que buscan provisiones al detalle operaron con sus puertas y lonas a medio abrir. Así se ofertaba el pollo,  las frutas y los vegetales; contrario a los colmadones, que desde temprano barrieron sus áreas reservadas como bar.

Al otro lado, en la calle Caracas de Villa Francisca, a las 11:10 la zona fue inundada con el sazón de la cocina de Rita Batista, una radióloga egresada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que preparaba un sancocho con dos tipos de carnes. La parranda del fin de semana alborotó  a Borojol,  donde adultos jugaban partidas de dominó y los más jóvenes practicaban baloncesto.

CORAZÓN DE FESTIVIDAD

Música del Sexteto Borinquen salida de bocinas que se escuchan tan cerca de los oídos como si fueran almohadas, alegraba el ambiente de los estibadores del sector Villa Francisca. El grupo departía en el local de su club, próximo a su sindicato y junto a decenas de sus vecinos en la calle Vicente Noble esquina Humanitaria, donde Dolores Rodríguez no daba abasto para servir la sopa de pescado que vendió a RD$60 la tasa.

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