En el Día del Padre

En el Día del Padre

POR LEONOR MARÍA ASILIS E.
¡Feliz Día de los Padres! Venturoso y lleno de felicidades para aquellos que tienen la dicha de haber engendrado biológicamente y/o espiritualmente a sus hijos; quienes por siempre habremos de estar agradecidos al Padre Nuestro que es nuestro querido Dios por tan maravilloso don de contar con ese ser especial (en el caso de mis hermanos y yo, Papapa o Papá Luis como te llaman mis sobrinos somos privilegiados con tenerte ya que eres excepcional) que ha servido de instrumento divino para darnos la vida y guiarnos por el camino que nos ha de llevar algún día al encuentro cara a cara con nuestro Padre.

Y precisamente es el Padre Nuestro, como titulamos la oración que Jesús, tu Unigénito, hermano y Salvador Nuestro nos enseñó, corresponde, ”casualmente  en diosidencia como llaman aquellos férreos creyentes a la lectura que la Iglesia invita a meditar este domingo, y que será objeto de nuestro tema de reflexión en este artículo.

Empezando con las dos primeras palabras (Padre nuestro) bastaría para hacer todo un tratado por el denso significado que ambas encierran. Veamos:

Jesús al invitarnos a llamar Padre a Dios, nos acerca a Él, nos conciencia de nuestro gran valor al tener la dignidad de ser hijos de Dios, herederos del cielo.

Nuestro: nos clarifica y hace entender que Dios no está solo para mí, sino de todos los hombres, sin distinción de ningún tipo.  Por tanto, si somos sus hijos, es obvio que somos todos hermanos.

Solamente asimilando estas dos palabras: Padre nuestro, seria suficiente para que acabasen todos los males que padece la humanidad, resolviendo todos los problemas del mundo porque el amor que sintiésemos nos movería a procurar el bien anhelado para cada hermano nuestro.

Santificado sea tu nombre, quiere decir que no sea menospreciado ni vilipendiado sino que lo cubramos de toda la gloria que mereces.

Venga tu Reino encierra la aspiración que debemos suspirar para que reines en nuestras vidas de forma tal que alcancemos tu Reino luego de nuestro paso por esta tierra. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, es una petición para que nos digas que quieres de nosotros aquí en la tierra como haces con tus ángeles desde ya, en el cielo. Tenemos la característica privilegiada de contar con la libertad que nos has regalado para que con ella te glorifiquemos de forma especial, de forma voluntaria, acatando con amor tus designios. Con las siguientes palabras: Danos hoy nuestro pan de cada día, reconocemos con humildad la necesidad que tenemos de ti y de tu providencia, no solo materialmente, sino espiritualmente en la fracción del pan eucarístico que nos invitas día a día en la eucaristía. Fijémonos que al pedir el pan, nos enseña a pedirlo no de forma individual sino para todos nuestros hermanos, alejándonos de nuestro individualismo y egoísmo para llegar a ser solidarios y generosos como Él.

Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, es una clara exhortación a ser benignos con los demás e incluso con nosotros mismos cuando somos nosotros a veces los peores agresores, para que Él nos perdone. Es decir que le decimos al Padre que en la manera que perdonemos a los hermanos, así Él nos perdone a nosotros…

No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal, nos advierte que en este mundo tendremos tentaciones pero lo importante es no caer en ellas, pidiendo el auxilio divino para evitar la caída.

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