MILAGROS ORTIZ BOSCH
El Informe de Desarrollo Humano presentado a la nación el año pasado por el PNUD ratificaba lo que todos conocíamos: que siendo la Repùblica Dominicana el país del continente con el crecimiento económico más alto y sostenido en los últimos cincuenta años, manteníamos bajos los niveles de distribución de los ingresos provenientes de ese crecimiento aumentado el numero de pobres y dejando por lo tanto insatisfecha la inversión en desarrollo humano a la que estamos obligados por Los Compromisos del Milenio.
¿Qué imposibilita que la Repùblica Dominicana transforme el crecimiento económico en desarrollo humano? Los problemas sociales son siempre multicausales, pero de entre los factores que pueden surgir como respuesta a esta pregunta debo referirme, en ocasión del Día Internacional del Trabajo, al salario, resultado de la retribución a uno de los tres factores que inciden en la producción y que fué desde siempre la base originaria de los capitales que iban a producir la primera y la segunda revolución industrial y han estado muy presente en esta época postmoderna y de aplicación de las nuevas tecnologías que acompañan hoy los procesos de producción.
Si el crecimiento económico ha existido pero no ha contribuido al desarrollo humano, si no ha dotado de conocimiento, salud y seguridad social a los dominicanos y dominicanas, si las gentes carecen de defensores públicos, si descubrimos en nuestros cuerpos de seguridad delincuentes, si la corrupción es un tema que se repite hasta abarcar en la percepción ciudadana a todos los gobiernos, si la violencia crece hasta poner en peligro el nicho más importante para el crecimiento económico y el desarrollo humano que tenemos los dominicanos, el turismo, es hora de investigar de manera responsable si existe en el salario niveles de distorsión que contribuyen a la distancia entre pobres y ricos y si esa distorsión impide los niveles de ahorro que demanda la seguridad social, la creación de organismo del orden público o de apoyo a la investigación judicial eficientes y modernos, si la distorsión entre riqueza exhibida y pobreza comprobada es un elemento importante en la frustración que crea la violencia que despunta hoy en la sociedad dominicana poniendo en peligro la industria de servicios que necesita de la paz ciudadana como su materia prima más importante
Ha llegado la hora de crear una comisión de análisis de la composición del salario en la República Dominicana. Ha llegado el momento de preocuparnos por el salario de los dominicanos y las dominicanas. Y no quiero negar la importancia de los salarios para la competitividad, ni por la presencia de China en el mercado del trabajo. Ese Continente de la Revolución Cultural que ahora emerge como medida de un salario universal que consigue lo que no logró la ideología, hacernos iguales en democracia.
El salario dominicano tiene distorsiones que habrá que tomar en cuenta. Nuestras fábricas no producen a la plenitud de sus instalaciones, pero por una regla inevitable del sistema, planifican sus precios de venta atendiendo a la rentabilidad de su inversión. Y parece justo. Sólo que esta modalidad no eleva la calidad de los bienes producidos y es en esa calidad donde aparece la posibilidad de convertirlos en exportables.
El salario establecido al margen de la rentabilidad que genera la producción en escala, detiene la especialización del trabajador y lo obliga, como consumidor, a comprar a precios que no se derivan de la eficiencia, condenando a quienes aportan mano de obra a no mejorar a través de la exportación la rentabilidad de las fábricas en las que trabajan y, por la tanto, mientras no sea crea la rentabilidad en eficiencia y no se estudia la importancia del salario en la redistribución de la riqueza crece el desencanto y es en la esperanza donde debe residir la democracia.
Santo Domingo, l de mayo, Dia del Trabajo, 2006