Las Seychelles, el idílico archipiélago en el Océano Indico, cerca de las costas de África, es mejor conocido como un paraíso isleño para las celebridades, la realeza y los ultra-ricos. En estos días, es mejor conocido por otra cosa: la bancarrota, informaba ayer la página de Internet de la revista Fortune.
El año pasado, cuando los ingresos por el turismo y la pesca comenzaron a bajar, las Seychelles cesaron de pagar los bonos por $230 millones de euros que habían emitido en arreglo con Lehman Brothers antes de que ésta compañía, a su vez, cayera en bancarrota.
El FMI, como siempre, acudió al rescate, con un paquete de US$26 millones, en noviembre pasado, desde lo cual el gobierno ha tomado algunas medidas como despedir 12.5% de los empleados públicos (1,800 personas); otras típicas medidas fondomonetaristas fueron la de flotar la moneda (la rupia) que desde entonces ha caído de 8 a 16 por dólar, duplicando el precio de las importaciones, además de liberar los controles al cambio de divisas.
Debido a su pequeño tamaño, con apenas 87,000 habitantes, las Seychelles son el país más endeudado. La deuda pública y privada totaliza US$800 millones, equivalente al tamaño de su economía. Ahora el país negocia con el Club de París una reprogramación del pago de su deuda y bonos.
Nuestras semejanzas con las Seychelles son: dependencia del turismo y tentación a recurrir al endeudamiento para superar la caída de ingresos externos.
Si las Seychelles, que depende del turismo opulento ha visto mermar la llegada de visitantes, ¿qué será de nosotros que dependemos del turismo masivo, del todo incluído?.
El espejo de las Seychelles esta ahí para nosotros.