POR ANGELA PENA
Alcibíades Colón no sólo es historia porque conectó el primer hit en el primer juego de béisbol celebrado en el primer estadio bajo luces que se construyó en la República Dominicana. Lo es también por el impresionante dominio que exhibe del desarrollo de ese deporte en el país, desde que fue llamado a reforzar los equipos San Rafael y Odette, de Mao, para enfrentar a los peloteros del Ejército Nacional que se desplazaban a aquella localidad desde la entonces capital, Ciudad Trujillo.
Ya había demostrado sus destrezas como singular short stop zurdo que jugaba en Los Pretiles, Laguna Salada, Guayubín y Hatillo Palma por lo que no pasó inadvertido cuando ingresó al Ejército Nacional, en 1946: lo colocaron en el right field y jugó en todos los torneos entre ese cuerpo castrense, la Policía Nacional, la Guardia Presidencial, la Marina. Era imposible prescindir de aquel muchacho tímido, humilde, tranquilo, que en el terreno de juego se convertía en azote del contrario y en la esperanza de sus compañeros que confiaban en su potente y certero brazo.
Hoy, en su retiro de Valverde, Mao, evoca esos gloriosos años de cuando era tan reiterado el triunfo del Licey que María Martínez, la esposa de Trujillo, liceísta al igual que Negro, el hermano del dictador, se los llevaba con todo y uniforme a su mansión de la Pedro Henríquez Ureña, desde el play de La Normal, para regocijarlos por el éxito.
Ya don Alcibíades Colón había saboreado el reconocimiento a su actuación de parte del propio Generalísimo, que en 1950 lo recibió a su regreso de Nicaragua cuando la delegación dominicana trajo la Copa de Campeón Mundial Amateur, lo ascendió de raso a sargento y ofreció al grupo una fiesta en el Club Obrero, de Villa Francisca, con la orquesta San José, muchos manjares, bebidas «y una amanecía». Con él viajaron Zoilo Rosario, Pella Santos, Daniel Rodríguez, Guillermo Estrella, Papo Benjamín, Olmedo Suárez, El Gallo Martínez, Elías Frías, Rafael Valdez, entre otros.
«Mi bateo fue 386, yo le daba bien a la bola, era dichoso para batear», confiesa con sencillez. Sin embargo, el que adquirió mayor renombre en esa travesía fue Fernando Bueno, a quien la prensa nacional y extranjera asedió deslumbrada por sus jonrones. «Los jonroneros son los que tienen el visto bueno», comenta Colón.
Reside en los multifamiliares de Hatico, de Valverde, y se desplaza en una motocicleta por las calles de la ciudad pese a sus ochenticinco años. Casó dos veces, primero con Aura Bonilla, madre de sus hijas Josefina y Rosario, y luego con Patricia Pineda, fallecida, con quien procreó a José Amado y a Libanesa. El juego de gallos y «unos traguitos controlados» son ahora su pasión, aunque sigue la pelota, pero como espectador y fanático. En sus paredes ostenta orgulloso, enmarcado, el inmortal trozo de uniforme azul con su inolvidable número 11.
EN EL LICEY
«En 1951 se comenzó la pelota profesional. Existían Escogido, Águilas, Licey y Estrellas y nos sacaron del Ejército a Fernando Bueno y a mí, por los records que teníamos», cuenta Alcibíades, cuyo real nombre es Nibíades Amado Colón pero el cronista deportivo Félix Acosta Núñez consideró que Alcibíades era más atractivo. También lo bautizó como «El arrocero de Mao».
Tuvo como sus más entusiastas seguidores a Mon Saviñón, administrador de la Lotería cuando Trujillo, Ignacio Guerra, Monchín Pichardo, Mario (Cuchito Álvarez) y como compañeros en distintas épocas a Guayubín y Chichí Olivo, Manolete Cáceres, Olmedo y Fiquito Suárez. Los refuerzos eran Alonso Perry, Luis Rodríguez Olmos, Bert Haas y Valmy Thomas. «Los otros cronistas de esa época eran Cuqui Córdova, Billy Berroa, Rafael Rubí, el cubano que hizo famosa la frase: ¿qué te parece, Cuchito? por La Voz Dominicana, refiere.
Otro jugador del Licey de aquellos tiempos, agrega, «era Dardo Hermann, buen fildiador y buen brazo, pero mal bateador.. Él dice que cerraba los ojos cuando le iba a dar a la bola». Don Alcibíades se distinguió por su buen brazo, dice, «que era insoportable, mal fildeador, pero la cogía, me decían el toro».
Con dificultad, por su modestia, habla de sus jugadas más espectaculares. Doña María Mercedes, su hermana, recuerda el juego de extrainning en Santiago en que el Licey sólo sumaba ceros «hasta que vino Alcibíades y le dio ese tripletazo que dijeron: ¿Cómo vienen a picharle a Alcibíades Colón, un hombre tan peligroso?». Aún no había estadios modernos. En Santiago se jugaba en el hipódromo y en la capital en el play de La Normal. «El mariscal Enrique Lantigua y Manuel Henríquez nos entrenaban en la Universidad».
«Un día, Edmundo Amorós vino a jugar con las Estrellas, y los catchers nunca lo pudieron sacar cuando él salía en robo de base por la segunda, era muy rápido, y él estando en tercera me dieron un batazo por el right field y cuando él iba por mitad de tercera para home lo estaba esperando el catcher, que era Valmy Thomas, y él salió huyendo para donde mí, me levantó el brazo y me dijo: eso es un oro, es la primera vez que me saca un out field en pisicorre», relata.
En otra ocasión, Terry McDuffie, de las Aguilas, exigió a don Alcibíades que se quitara unos cordones amarillos de su calzado, si no, no pichaba. «Le dije: tira por ahí, que por ahí es que tienes que tirar. Me tiró un bolazo por entre los pies y después vino por centro y le di un tripletazo». Humildemente reconoce que Emilio Cueche, de las Águilas, lo dominaba, que siempre estaban en discusión, «pero nunca lo vencí».
Sin embargo, el ídolo de la fanaticada azul evoca el juego que salvó en San Pedro de Macorís: «Yo estoy bateando con dos outs. Ya todo el mundo se está quitando los uniformes y vengo y doy un hit y por ahí se fue el resto de peloteros a batear y dimos once carreras, después de dos outs, para ganarle el juego a las Estrellas. Eso fue en 1953», manifiesta y agrega que ese mismo año discutió «el champion bate con Tetelo Vargas, y en 1954 con Alonso Perry. «Me lo quitaron ellos en el último turno, las dos veces, no pude dar el hit necesario en ese momento».
DIA DE GLORIA
Nibíades (Alcibíades) Amado Colón Inoa nació en Los Pretiles, municipio de Mao, el 16 de agosto de 1919, hijo de Bernardo Colón y María Mercedes Inoa. Estudió hasta segundo de primaria con la profesora Consuelo Disla y recuerda entre sus condiscípulos a Alfonso y Augusto Tejada y a sus hermanos Porfirio y Teodoro, que era también pelotero, «y bueno». Murió en 1954.
El momento histórico de su vida fue el que vivió el veintitrés de octubre de 1955 en el juego inaugural del Estadio Trujillo (hoy Quisqueya), primero «bajo luces» del país. «Yo fui abridor del equipo y hubo un pitcher que jugaba con Macorís, Don Elston, y le di siete fouls, y en los siete fouls, cuando me lanzó la bola de nuevo, yo le di hit por encima de segunda base, y ese día no fue ese solo: bateé de 4-3, y caminé las cuatro bases porque fui el que anoté la primera carrera del juego inaugural. Pisé las cuatro bases. Trujillo estaba ahí», rememora. Ha pasado a la historia como el primer dominicano que dio un hit en el Estadio Quisqueya. «Me emocioné mucho. Lo que no pude fue conseguir la bola del primer hit, para tenerla de recuerdo. Toda la prensa vino al dogaut a entrevistarme».
Licey fue campeón en 1951 y 1953 y don Alcibíades entonces no regresaba a su habitación del hotel La Fama, celebrando triunfos.
Está entre los Inmortales del Deporte Dominicano, y fue quien realizó el recorrido para encender el pebetero de los Juegos Nacionales de Mao, en 1997. Estuvo activo sólo hasta 1957 porque «vino Lopat, que era racista, y nos sentó a todos los negros. Lo trajo Monchín Pichardo, él era pitcher de los Yankees, racista, estábamos unos cuantos un poquito oscuros, no jugábamos, nos mandó a recoger bolas, y los blancos bateando… Hasta ahí llegué». Hoy apenas queda el resumen de las hazañas deportivas que lo distinguieron: «Yo era seguro en el bate, difícil de ponchar. Tenía mucha confianza en el bateo y la vista bien buena. Todavía leo el periódico, sin lentes…»