En el Liceo Francés, un mural impresionante y encantador

En el Liceo Francés, un mural impresionante y encantador

 

Hace tiempo que sabemos la importancia que el Liceo Francés atribuye al arte, cómo incentiva a los escolares, cómo elige a jóvenes profesionales para esa tarea de enseñanza y motivación.
Presenciamos en Bellas Artes un taller, brillante por los trabajos realizados y por la expresión tan alegre de los niños… ¡obviamente el profesorado había jugado un papel estelar! Así se estimulan vocaciones, si no de artistas, de amantes del arte.
En la actualidad se trata de un mural que han pintado alumnos recién ingresados a la secundaria, y el resultado es verdaderamente espectacular. ¡Quisiera uno llevarse el muro para que se convierta en un ejemplo itinerante!
El muro, soporte de inspiración. El conjunto pictórico, situado en la pared sur / norte del patio interior del plantel, impresiona por una inesperada e increíble calidad en diseño y colorido –¡ojalá disfrutemos murales tan atractivos en nuestras calles!–.
Observamos de inmediato un logro rarísimo entre el acorde con la personalidad individual de los muy juveniles participantes y la excelente dirección de un artista fuera de serie. Cada niño participa con la figura que él mismo ha elegido, por su sensibilidad y destreza: criatura, rostro, fauna, flora, objeto, hasta monumento. ¡Sí, encontramos aquí el Alcázar de Colón con grandes ojos!
Ángel Urrely ha conseguido aportar a “sus discípulos” para una ocasión especial, –él no es profesor permanente del liceo–, un acompañamiento y una guía muy eficaces, lo que incluye su singular estilo y el concepto rector del proyecto, estimulando al mismo tiempo la creatividad de los autores. Por cierto, es una edad difícil: tienen 11 años en promedio, o sea la pre-adolescencia, cuando se acaban los dotes naturales del niño por el dibujo, y que pocos siguen adelante…
Pautas y realización. Esta cuadrícula mágica, estructurada en dos partes contiguas, de ningún modo fue improvisada ni casual en su enfoque. Ángel Urrely dio la siguiente explicación:
“Hemos tomado una sección del mapa de Santo Domingo, que colinda con el litoral, desde la desembocadura del Ozama hasta más allá de Metaldom. Los chicos de quinto grado intervinieron cada manzana con un dibujo. Fue un trabajo intenso.”
Se notan la intensidad y el rigor de esta labor, personal y común, a la vez geografía urbana, tarea educativa y obra artística. A partir de la propuesta global –identificada con la definición gráfica, inconfundible, de Ángel Urrely–, hubo una preparación metódica, que tomó meses, según el horario escolar.
Cada niño elaboró meticulosamente “su” figura y motivo, correspondiendo a un espacio real-imaginario: se sucedieron etapas de boceto, dibujo, pintura, retoque, desde un fondo inmaculado hasta detalles y una terminación impecable. Finalmente, el pequeño artista, si lo quería, firmaba su obra y participación…

Un consenso pedagógico. Quienes conocen el esplendoroso dibujo de Ángel Urrely, sus premiadas genealogías –siempre reinventadas– y sus mapas barriales, aprecian aquí su impronta.
Pero es evidente que en esta acción e iniciativa ejemplar, también hubo colaboración, consenso y complicidad… El proceso y la organización contaron con la coordinación de los profesores Olivier Bertoni y Céline Le Méliner, y con el necesario apoyo de los directores Marc Cabalé y Philippe Deheim. Semejante resultado no se logra sin una organización, sin una preocupación por el arte y la cultura, transmitida a los alumnos.
Este éxito no se limita al mural del Liceo Francés. Varios murales hechos por alumnos de primaria y secundaria, en Santo Domingo y en Santiago, podrían calificarse como un movimiento de arte público a continuar y desarrollar.
Además, alientan el gusto por el arte en los “ciudadanos del futuro”..

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