En el limbo.- Aunque la Iglesia Católica clausuró oficialmente el limbo, donde la tradición colocaba a los niños que morían sin recibir el bautismo, el lugar sigue utilizándose para muy diversos usos, desde servir de refugio cuando no entendemos, o no queremos entender, alguna cosa (“tu explicación me dejó en el limbo…”), hasta convertirlo en almacén virtual de propósitos inútiles. Y como no hay nada mas inútil que una ley a la que nadie respeta o, peor todavía, que resulta imposible de cumplir, ahí fue a parar la ley 63-17 de Movilidad, Transporte, Tránsito y Seguridad Vial promulgada en febrero pasado por el presidente Danilo Medina. Y quien lo dice es, precisamente, su proponente, el diputado Tobías Crespo, quien ayer se quejó de que todavía no se ha conformado el organismo que se encargará de su aplicación: el Instituto de Tránsito Terrestre (INSTRANT), que sustituirá y eliminará del mapa a las ocho instituciones vinculadas al sector. En un Estado hipertrofiado por el insaciable clientelismo esa no es una decisión que corre prisa tomar, por lo que ahí podría estar una de las razones que expliquen porqué tarda tanto en entrar en vigencia, y por vía de consecuencia también las restricciones y sanciones que contempla. Por eso nadie puede afirmar con certeza, empezando por el propio Tobías Crespo, cuándo estarán dadas las condiciones para que esa ley, llamada a poner orden al caos que gobierna en el tránsito y el sector transporte, pueda ser aplicable a nuestra realidad. Mientras tanto, y dada la ausencia de voluntad política para poner en marcha la reforma institucional que crearía esas condiciones, permanecerá varada en el limbo, que si lo piensan bien parece el lugar ideal para una ley que se propone cambiar tantas cosas que podría terminar no cambiando nada.