En el manejo de la globalización

En el manejo de la globalización

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Mucho me ha tranquilizado y regocijado que el presidente Fernández tenga bien en cuenta la «perversidad de la globalización». Mis temores tenía yo en cuanto a que nuestro presidente entusiasmado con la modernidad, con la eficiencia de su Fundación Global Democracia y Desarrollo, pudiese dejar de percibir los peligros inmensos que, como polvillo asentado en el fondo de un vaso de cristalino líquido, aparentemente quieto e inocente,está aguardando momento propicio para agitarse y obscurecer, a conveniencia, transparencias ficticias.

Con todos estos asombrosos sistemas cibernéticos que son muy útiles en procesos investigativos en los cuales sirven de espléndidas herramientas para facilitarle rutas al pensamiento creativo del humano, subyace una errada y peligrosa idea de que estos instrumentos -cada vez más pequeños y vertiginosamente eficaces- pueden -y logran- sustituir la capacidad pensante y analítica del humano, como si este fuese una burda maqueta de lo que vendría a ser algo superior y perfecto. El mundo cibernético.

No cometamos el error de equivocarnos en tan grave tema.

El humano es el mismo siempre. Sus conductas fueron siempre modernas.

Y los cambios positivos siempre fueron internos. En un tiempo fue la grandeza de Inglaterra, en otro tiempo la de los Estados Unidos de Norteamérica. Antes, muchas grandezas hoy enterradas en el polvo de oriente y occidente. Pero conviene recordar un exámetro latino que avisa y prepara a la memoria para que recuerde las circunstancias de una acción. Dice: «Quis, quid, ubi, quibus auxiliis, eur, quemodo, quando? Esto es: «Quien, qué, dónde, de qué modo, el auxilio, cómo y cuándo».

Esto, si es que la idea de la globalización está inducida por propósitos de noble ayuda a los más débiles y no resultado de un monumental propósito comercial en el cual aprisione a clientes, que es lo que me temo. Pero no tiene que ser necesariamente así.

Podemos coger y dejar. Aceptar y rechazar conforme nuestros intereses sin doblegarnos a la voracidad norteaméricana, que si bien no es nueva ni sorprendente, sí ha dejado caer la máscara de pudor y buena intención con que la cubrieron, en cierta medida, presidentes norteños anteriores al actual míster Busch, que siempre tiene sombras extrañas en torno a sus victorias electorales, sea en La Florida, sea en Ohio, sea en manipulaciones que no acertamos a comprender cómo surten efecto positivo entre los estadounidenses… porque, ¡vamos!… lo de Irak es un espanto.

Tenemos que cuidarnos en los negocios y acuerdos con esta gente y pensar en globalización regional racional, posible y conveniente.

Sueño con que hispanoamérica se discipline hacia crecimientos multidireccionales, positivos, sin caer en dictaduras vergonzosas; sueño con una elevación del respeto que debemos tener por nuestros valores y con una actitud consecuente con nuestro inmenso potencial, con nuestras riquezas que aguardan nuestro trabajo para entregarnos bonanzas inusitadas.

Sueño con que se posibilite el sueño de Bolívar, conque el presidente Hugo Chávez encuentre la forma de reorganizar su país, más con astucia política que con fuerza, y que el ejemplo venezolano se expanda por los territorios nuestros, creando un orgullo latino despojado de minusvaloraciones de larga data, arrancándonos de encima la sensación o convicción de que somos, los latinos, ciudadanos de clase inferior.

No lo somos, pero tenemos que esforzarnos en demostrarlo.

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