En el mes de María

En el mes de María

Tenemos múltiples razones para venerar a María.

La primera y más importante: haber sido la escogida por el Padre a ser la Madre de su Hijo. Adornada de innumerables atributos, tienes lo que te hace inmensa, bondadosa, grande, majestuosa, admirable: tu gran humildad y sencillez. Tu ejemplo de vida y de silencio.

El no querer figurar sino ser, estar, amar, interceder, servir siempre. Tu vida de oración, que se perpetúa desde el cielo sirviéndonos de Abogada ante Dios.

Confieso que hace un tiempo no era consciente de las maravillas que esparce a quienes te buscan, pero en un cursillo de cristiandad, donde se nos presentaba a tu Hijo, Te sentías. Estabas presente. En el Rosario, en nuestro interior.

Quise saber más de ti. Y te serviste de un librito, pequeño pero profundo porque invita al lector a encontrarse contigo a través del rosario, tu oración preferida. Su autor, un gran amigo tuyo, San Luis María Grignion de Montfort. Entendí muchas cosas, que espero poder transmitir a continuación, con el solo objetivo de que quienes lean estas líneas se animen a buscarte y encontrarte. Leamos!

María es el medio más seguro, él más fácil, el más corto y el más santo para llegar a Jesucristo. En otras palabras, el mejor atajo.
No confundamos esto que nos dice el Santo. Es decir, no contradice las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando nos dice: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».
Lo que debemos entender es que María es el mejor atajo para llegar a Jesús.. De hecho, por Ella, el Padre nos entrego a Jesús.

Por su intercesión, Jesús hizo su primer milagro en las Bodas de Cana de Galilea.
Con esta acción, Jesús nos revela su debilidad por su Madre. Y en la cruz, nos la entrega en Juan, queriéndonos mostrar que es nuestra Madre en el Espíritu y que nos cobijemos bajo su manto.
Ella nos ha regalado el Rosario para que meditemos con Ella los misterios y las virtudes de la vida, muerte, pasión y gloria de Su Hijo Jesús a la vez que pedimos su intercesión.

Dice San Luis María que no es posible expresar cuanto estima la Virgen el Rosario sobre todas las demás devociones y cuan magnánima es al recompensar a quienes trabajan para predicarlo, establecerlo y cultivarlo y cuan terrible es, por el contrario, con aquellos que quieren hacerle oposición.
La Santísima Virgen revelo al Beato Alano de la Roche que después de la Misa, que es la primera y más viva memoria de la pasión de Jesucristo, no había devoción más excelente y meritoria que el Rosario, que nos trae excelentes recompensas:

-Los pecadores obtienen el perdón.
-Las almas sedientas se sacian.
-Los que están atados ven sus lazos deshechos.
-Los que lloran, encuentran alegría.
-Los que son tentados, la tranquilidad.
-Los pobres son socorridos.
-Los religiosos son reformados.
-Los ignorantes, instruidos.

-Los vivos triunfan de la vanidad.
-Los muertos son aliviados por medio de sufragios.
Nos enseña que no es la duración, sino el fervor de nuestras oraciones lo que agrada a Dios y le gana el corazón. Una sola Ave María bien dicha tiene más mérito que ciento cincuenta mal dichas.
Nos advierte de algunas personas de oración como las que hay en el mundo, que no conocen por experiencia la excelencia del Rosario, no solamente no lo aconsejaran a nadie, sino que disuadirán de ello a los demás, para aplicarlos a la contemplación, como si el Rosario y la contemplación fuesen incompatibles y como si tantos santos que fueron devotos no hubieran llegado a la más sublime contemplación.

No hablemos más del Rosario, y hagámoslos con amor y devoción, razones sobran para ofrecerlo, que la Madre nos espera con múltiples bendiciones!
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