En el mismo círculo vicioso

En el mismo círculo vicioso

La muerte de la bioanalista Antonia Castro Vargas como consecuencia de la temeridad de conductores de autobuses del transporte de pasajeros nos pone a girar en el mismo círculo vicioso de siempre.

Cada vez que se ha producido una barbaridad como la ocurrida este lunes en la esquina de las avenidas San Martín y Ortega y Gasset, abundan los pronunciamientos prometiendo remedios para esta enfermedad.

Tiene que perderse una vida o producirse grandes daños para que las autoridades reaccionen ante la persistente manía de los conductores de minibuses, de disputarse los  pasajeros mediante alocadas carreras en las que no se repara en reglas ni se respeta a nadie, comenzando por la autoridad.

 No es la primera muerte que provoca una de estas temerarias competencias, y sin pesimismo exagerado ni nada que se parezca, desgraciadamente no será la última porque no se hace de una vez por todas lo que corresponde en situaciones como la que estamos comentando.

Aparte de que el transporte de pasajeros es un servicio que, en virtud del mal estado de la mayoría de los vehículos,  en este país se ofrece violando todas las reglas de seguridad para los pasajeros, ocurre que el servicio es manejado por gente sin ninguna preparación en esta materia.

Respaldados por empresas multimillonarias que se disfrazan de sindicatos para evadir toda responsabilidad fiscal, estos prestadores de servicios se burlan de la ley y además de poner en riesgo las vidas de los pasajeros, los maltratan de palabra y de hecho sin que nadie mueva un dedo para ponerle fin a esta situación.

II

Con el mismo desparpajo, imponen sus terminales de pasajeros donde les viene en ganas y las autoridades se hacen de la vista gorda.

Ahora, con una víctima de por medio, se inicia todo un aparataje para perseguir las violaciones a la luz roja del semáforo, actitud esta que no debe ser excepcional, sino rutinaria.

Más allá de la violación a la luz roja y de haber provocado una muerte, este fruto de la temeridad tiene secuelas que forman parte del mismo círculo vicioso.

Probablemente una fianza deje en libertad en las próximas horas al causante de  esta atrocidad y no dudemos que más temprano que tarde ande por ahí correteando en la permanente y cotidiana disputa por un pasajero.

Aquí se han creado muchos organismos para organizar y dirigir el tránsito y ninguno ha dado resultado.

Aparte de que generalmente estas creaciones obedecen a arranques políticos o necesidad de crear espacios de trabajo, por lo regular se trabaja con la mira puesta en las condiciones físicas de las unidades del servicio de transporte.

  En cambio, se le saca el cuerpo al principal problema, que es la falta de educación y preparación de los prestadores del servicio para tratar de lograr que aprendan que van a a lidiar con gente.

Ya es tiempo de que se asuma con rigor científico la tarea de darle a los ciudadanos de este país un servicio de transporte digno, en el que queden descartadas las competencias a campo traviesa y sobre el que haya una permanente supervisión.

De no hacerlo así, continuaremos  en el mismo círculo vicioso que frecuentemente nos trae sucesos tan dolorosos como la pérdida de vidas útiles para la sociedad.

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