En el Museo de Arte Moderno. ¡Juan Carlos Reyes! ¡Tras el rigor y la excelencia!

En el Museo de Arte Moderno. ¡Juan Carlos Reyes! ¡Tras el rigor y la excelencia!

Juan Carlos Reyes. Sin título. Óleo sobre lino transparente, 70x 70 pulgadas, 2025.

Hasta mediados de abril, el Museo de Arte Moderno acoge en su Sala del Sótano la impactante exposición “Honesty”, integrada por una selección de más de 50 obras, entre pinturas en técnica mixta sobre lino; esculturas en resina sintética con pátina de broce; dibujos a la acuarela sobre papel y una instalación, representativas de la producción reciente del destacado artista dominicano Juan Carlos Reyes (1979).

Juan Carlos Reyes se forma en la Escuela de Bellas Artes de Santiago y la Escuela de Arte y Diseño de Altos de Chavón, bajo la tutela directa de los reconocidos artistas Chiqui Mendoza y Magno Laracuente. Tal como lo evidencia el atractivo corpus opus de “Honesty”, la obra en proceso de Juan Carlos Reyes entraña una particular majestuosidad dialógica y unos atributos estéticos que, especialmente durante la última década, provocan su aprecio y la mirada de algunos coleccionistas sensibles y aplicados estudiosos del arte contemporáneo en Santo Domingo.

“Honesty”, curada con esmero y notables resultados por la historiadora del arte Lilian Carrasco, es la octava exposición individual de Juan Carlos Reyes. La claridad formal y conceptual y la fresca carga sugestiva que rematan cada una de las obras que integran la muestra, activan el grado sublime de precisión expresiva y auge metafórico que infiltra su universo visual en sus penúltimos resultados. Aparte del punto diversificador de su horizonte creacional y su producción que prueba su resuelta incursión en la práctica escultórica e instalativa.

La niñez, la inocencia y la fragilidad de la condición humana contemporánea son preocupaciones esenciales en la obra creadora de Juan Carlos Reyes, quien aborda estas problemáticas a través de una obsesiva búsqueda estilística en la que plasma unos espacios pictóricos ante cuya despejada contemplación estalla la sorpresa del entrecruce del refinamiento, la sutileza y la perfección del preciosismo europeo de los siglos XVlll y XlX; las estéticas pictóricas asiáticas; los cánones impresionistas de la publicidad y el hiperrealismo posmoderno.

Tras la búsqueda obsesiva del rigor y la perfección, Juan Carlos Reyes factura un universo imaginario que irradia serenidad y elegancia, mediante una gimnasia lapidaria de línea, forma, espacio y gestualidad; un diseño preciso del espacio visual y una límpida dicción plástica que deviene clave a la hora de impregnar una íntima e inefable emoción vital y una sutil energía evocadora a sus esplendidas realidades estéticas.

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La rigurosidad formal y la exquisita factura estética, así como los sujetos, objetos y signos que se establecen y animan sus espacios pictóricos, operan como arquetipos iconográficos asimilados a los códigos y paradigmas expresivos del hiperrealismo contemporáneo. Sin embargo, aquí estalla siempre esa ambigüedad inquisitiva, enigmática, deslumbrante y muy propia de la mejor pintura surrealista. Así, el espectador sensible, deviene interlocutor vital del diálogo silente y regio de Juan Carlos Reyes.

En la pintura de Juan Carlos Reyes, los espacios monocromáticos; los niños con ojos vendados y en situaciones o escenarios precarios, así como la misma teatralidad de siluetas y sombras, operan como presagios, puntos de suspense y cifras especulares sobre las implicaciones de la humanidad con la naturaleza, la temporalidad terrenal y lo trascendental. En este sentido, Lilian Carrasco, ensaya un revelador diccionario de símbolos recurrentes en la obra de JCR como los niños de ojos vendados, el juego de ajedrez, aviones diminutos, columpios, alfileres, cuerdas, anzuelos y dardos.

Otras claves persistentes que observa y subraya Lilian Carrasco en la obra de Juan Carlos Reyes son las sombras; los globos rotos; el reloj; la mascota robotizada; el casco de astronauta; los toboganes fragmentarios; las piruletas con espinas; la corona dorada; las marionetas y troncos calcinados. De esta manera, Juan Carlos Reyes precisa una iconografía distintiva y un espacio visual fictivo de intensa pulsión surrealista al abordar el tiempo de la infancia, el mundo de los sueños y sus propias travesías ontológicas.

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