En el Palacio

En el Palacio

Si partimos del hecho de que los actos de inauguración de obras públicas que está encabezando el presidente Hipólito Mejía son parte de su campaña en pro de la reelección, tenemos que llegar a la conclusión de que los coordinadores de estas acciones de proselitismo se están quedando cortos en lo que a convocatoria de público se refiere. La respuesta de la gente, además, no está en consonancia con el volumen y la importancia de las obras que se entregan.

En los últimos recorridos, salvo el realizado el miércoles por la zona rural de Cotuí, los periodistas hemos observado apatía y escasas manifestaciones de adhesión a la reelección entre una población que más bien parece indiferente al cruce de una caravana donde, tiempos atrás, la sola presencia del Presidente de la República despertaba la curiosidad de la gente.

Por ejemplo, cuando el helicóptero que transportaba al presidente Mejía y su comitiva descendió en el Play San Miguel, del municipio de Fantino, quedé perplejo porque el público presente no llenaba ni siquiera la mitad de los bancos de las gradas y en la media luna del estadio de béisbol, frente a la caseta, el número de asistentes no llenaba igualmente las expectativas. A su llegada al edificio para oficinas gubernamentales, otra de las obras entregadas en Fantino, el presidente Mejía fue recibido por un reducido grupo de empleados públicos que gritaban consignas, sin que en los frentes del edificio se destacara otro detalle que no fuese el provocado por la presencia de los vehículos que integraban la caravana. Comenté, incluso, este detalle, a Fiquito Vásquez, quien trabaja de cerca en la coordinación de estos encuentros, pero no quiso o no pudo dar una explicación. Hay que reconocer, sin embargo, que los periodistas observamos un gran contraste a favor de la promoción de Mejía al paso de su caravana por poblados rurales, beneficiados con la construcción de tramos carreteros, como fueron los casos de Platanal, Hernando Alonso y Las Canas, donde se vio a mujeres y hombres salir de sus casas agitando banderas blancas, en un gesto espontáneo. Los actos de inauguración, además, fueron más entusiastas y participativos en esos poblados que los celebrados en Fantino y el municipio Cotuí, donde la prensa percibió poco entusiasmo al margen del reinante entre los que participaban propiamente en la actividad.

A la campaña del presidente Mejía, en definitiva, le hace falta también un bien estructurado y coordinado equipo de prensa. Parece que los esfuerzos que se han hecho en esta dirección son muy dispersos y de poca ayuda para los periodistas de medios independientes asignados a dar cobertura a los recorridos.

Salvo raras excepciones, las oficinas ejecutoras de los proyectos que se inauguran, no dan información escrita ni verbal sobre la cobertura de servicios de las obras, sus costos y el número de pobladores que beneficia. Hay funcionarios, a excepción del secretario de Obras Públicas, Miguel Vargas Maldonado, que leen su discurso y carecen de copias para repartir a la prensa.

Al margen, los periodistas tienen que ingeniárselas para cubrir los actos, pues casi nunca se determina un área específica en la que se puedan acomodar, teniendo que confundirse entre el público, dificultándoseles hasta tomar su libreta para hacer apuntes, y ni decir de los fotógrafos y camarógrafos. La seguridad, en muchas ocasiones, es más celosa con la prensa que con el público y son varios los casos de serios altercados entre periodistas que quieren cumplir con su papel y oficiales que también entienden que cumplen con el suyo.

En este tipo de actividad, por lo general, los conductores más agresivos y que se creen con derecho y jerarquía, imponen su lugar en la caravana y en este forcejeo los vehículos de la prensa, casi siempre camionetas, no pueden competir con costosas jeepetas, lo que provoca que los periodistas nos quedemos relegados a los últimos lugares. Esto trae como consecuencia que, normalmente, la prensa llegue a un acto inaugural cuando el Presidente ha cortado la cinta y repartido “trozos memorables de la misma”, como acostumbra decir la maestra de ceremonia, Sahira Raful. Si se está en una apartada comunidad rural y al Presidente y a sus acompañantes le dedican un almuerzo en alguna finca vecina, la prensa no tiene acceso y hay que repagilarse hasta alguna bodega a disfrutar de galletitas con salchichón y refresco caliente. El ejemplo más patético ocurrió el miércoles, en Cotui, frente al Club Social, donde almorzaba el Presidente. A Ernesto Fabré, recién encargado del equipo de prensa de la campaña, un militar le prohibió la entrada al lugar y no valió su fuerte reacción ni el hacer galas de su recién adquirida jerarquía. Se marchó incómodo.

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