En el Palacio

En el Palacio

En la primera semana, después de celebradas las elecciones en la que se impuso cómodamente el candidato de oposición Leonel Fernández, la afluencia de funcionarios públicos al Palacio Nacional, concretamente al área del despacho presidencial, lució casi masiva. El martes, dos días después de los comicios, el antedespacho del presidente Hipólito Mejía fue abarrotado por casi todos los miembros del gabinete, directores generales y de dirigentes que jugaron un rol de primer orden en la organización y desarrollo de la campaña electoral del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

No se les veía cabizbajo y, por el contrario, parecían decididos a no postergar el trabajo político a lo interno de la organización gubernamental y por eso se decidió la celebración, primero, de una reunión de la Comisión Política que expulsó al licenciado Hatuey de Camps y varios de sus seguidores y más tarde un seminario para evaluar las causas de la derrota electoral.

Entre gran parte de los funcionarios, incluyendo aquellos que integran el staff político del gobierno, se ha manejado la tesis de que la causa de la derrota hay que buscarla en la crisis económica, concretamente en los altos precios en los bienes y servicios y en una alta votación reformista a favor del candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Se resisten a aceptar que fuese simplemente un voto castigo al presidente Mejía y a la figura de la reelección.

Rafael Calderón, secretario de Finanzas, dijo en esos días en el Palacio Nacional que estaba casi seguro de que la alta votación del PLD (57.11%) se debía a ese amplio respaldo reformista. Pero Guido Gómez Mazara, ex consultor jurídico del poder Ejecutivo y quien estuvo a cargo de la campaña reeleccionista en la región Este del país, donde igualmente se impuso la oposición por amplio margen, fue más escueto al momento de buscar la causa de la derrota: ANos ganó el supermercado@, fue la frase que escogió para responder a una inquietud periodística. Ese día, saliendo del despacho presidencial, el joven Mazara dijo sentirse Aorgulloso@ de su trabajo al lado del presidente Mejía y anunció que se aprestaba a viajar a Ala línea@ a hablar con los dirigentes y las bases del partido, tal vez muy desorientadas e impactadas en aquel momento.

Hernani Salazar, director de la Oficina Coordinadora y Fiscalizadora de Obras del Estado, es un hombre jovial. Acostumbró a improvisar periódicas tertulias con los periodistas acreditados al Palacio Nacional y en aquel marco hizo pronósticos Aseguros@ de una victoria de Mejía en una imaginaria segunda vuelta y apoyaba su tesis o más bien sus vaticinios en lo que había sido la votación histórica del PRD. Tan convencido estaba el amigo Hernani que en una ocasión estando en la explanada frontal del Bosquecito, en Azua, me pidió que publicara sus vaticinios el 19 de mayo, tres días después de las elecciones, lo que de por sí revela el grado de seguridad que tenía.

Hoy, sin embargo, no me atrevo a publicar aquellos porcentajes, pese a su anticipada autorización, pues después de todo el ingeniero Salazar es un hombre afable, decente y esencialmente jovial. Faruck Castillo, asesor en materia de seguridad del presidente Mejía, fue igualmente un ferviente convencido hasta el final de la segunda vuelta. Sus análisis coincidían en gran parte con los de Hernani. La mañana del domingo, el día de las elecciones, Castillo, hombre sereno y de hablar pausado, forjado desde muy joven en la brega política, se detuvo brevemente ante periodistas apostados en las inmediaciones de la residencia del presidente Mejía, nos mostró su dedo entintado como demostración de que había ejercido su derecho cívico y en aquel momento ratificaba que el triunfo se decidía en una segunda ronda.

Siempre fue y sigue siendo un hombre convencido y fiel al Presidente. Así pensaban los hombres del Presidente previo a las elecciones y todo esto tiene su lógica. En la campaña hay que actuar con entusiasmo y convencimiento de que se cree en el triunfo, pues de lo contrario no tiene sentido involucrarse en un proyecto de tanta envergadura como una elección presidencial. Ese es el fervor que se inyecta en una campaña electoral, no importa que el entusiasmo nos ciegue y se pretenda, hasta el final, nadar contra la corriente.

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