En el Palacio

En el Palacio

Viajar en estos días no solo implica muchas molestias, sino de que en caso de que tenga que realizar conexiones corre el riesgo de perder tu vuelo debido a las estrictas medidas de seguridad que priman en los aeropuertos, principalmente en los Estados Unidos. El sábado, bien temprano, aborde un vuelo regular de American Airlines con destino a Monterrey, México, donde este lunes se inaugura la Cumbre Extraordinaria de las Américas auspiciada por la OEA, con la asistencia de 31 jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos los de Estados Unidos, George Bush y República Dominicana, Hipólito Mejía. Debía, previo a mi llegada a Monterrey, realizar dos necesarias escalas, una en Miami y otra en Ciudad México. Mi vuelo llegó a tiempo al aeropuerto de Miami, 11:30 de la mañana del sábado, en tanto que mi conexión a Ciudad México, en un avión de la misma línea aérea, estaba supuesto a partir a las 1:30 de la tarde. Es decir, creí que disponía de tiempo suficiente para mi chequeo en Migración y proceder a dirigirme a la sala de embarque hacia mi segundo destino sin mayores inconvenientes. El aeropuerto de Miami ha sido tradicionalmente una terminal de mucho movimiento de pasajeros, pero las medidas de seguridad que priman en la actualidad hace que entre en el chequeo de Migración y tu posterior ingreso a la sala de partida, el tiempo te transcurra en medio de la angustia y la desesperación. La fila frente al mostrador de los oficiales de Migración era enorme, amén de que el proceso de verificación y chequeo de tus documentos de viaje se prolonga m s de lo que era habitual debido a las nuevas reglamentaciones de seguridad impuestas por las autoridades norteamericanas. Desde la semana pasada tienen vigencias medidas adicionales de seguridad para combatir el terrorismo que obligan al viajero a dejarse fotografiar y tomar sus huellas digitales. Chequeaba mi reloj y observaba que el tiempo avanzaba, pero aún estaba a mitad de la fila. Cuando llegue hasta el oficial de Migración, mi reloj marcaba las 12:45 de la tarde, hora en que se suponía, según indicaba mi boleta, debía estar abordando mi vuelo a México.

Normalmente viajo con equipajes de mano, lo que facilita mi desplazamiento entre la salida del avión y el chequeo en Migración, pues evito detenerme a retirar maletas y se hace más expedito el pase por el área de Aduanas. Así, tan pronto terminó mi chequeo con el oficial de Migración, apresuré el paso a cumplir el siguiente trámite en aduanas, pero aquí volví a encontrarme con otra fila enorme. «Perdí mi conexión», me limité a pensar. Pero el trámite en aduana fue rápido, me tomó unos diez minutos. La puerta de salida de mi próximo vuelo era la E 10 y Corrí como un desesperado hasta el área de control de acceso a esta sala, pero al llegar me convencí de que definitivamente no abordaría ese vuelo, la fila frente a los aparatos de Rayos X tenía una extensión de unos 50 metros, y para colmo marchaba con extrema lentitud. Cuando llega a estos aparatos debe chequearlo todo, incluyendo tu correa y zapatos, y en caso de que uno de estos equipos te dé ese pito tan característico, debe someterte a chequeos corporales mucho m s estrictos, incluso colocándote un aparato de detección manual sobre tu cabeza. En medio de mi desesperación me acerque a un oficial de American Airlines y le informó que mi vuelo estaba supuesto a partir a la 1:30 de la tarde y apenas me quedaban unos 15 minutos para alcanzar la puerta de salida. Tomo mi boleto, lo chequeo y me dijo: Ah, no te preocupe tu vuelo esta retrasado para las 3:00 de la tarde», ¡Qué alivio!. Más tarde, me percaté de que el retraso estaba registrado en los monitores de información de vuelo, pero en mi corre-corre no había tenido tiempo de detenerme a chequearlo. Si bien respire alivio por el retraso, en realidad mis inconvenientes apenas comenzaban. Según mi ruta, debía estar en Ciudad México a las 4:25 de la tarde, pues mi vuelo final con destino a Monterrey estaba supuesto a partir a las 7:00 de la noche. Con el retraso en Miami, mi vuelo llegó a la capital mexicana con evidente retraso, a las 6:15 de la tarde. Ya no disponía de tiempo para tomar esta ultima conexión, pues nuevamente me encontré con una fila enorme en el área de Migración y no hubo manera de me concedieran algún privilegio. Perdí el vuelo a Monterrey y la esperanza era que encontrara cupo en el siguiente, que salía a las 9:45 de la noche (11:45 de la noche en Dominicana). Tuve suerte, una amable joven de Aero México me acomodó en el siguiente vuelo y arribé en las primeras horas de la madrugada del domingo a esta ultima ciudad, exhausto y dormitando, sin otra alternativa que trancarme en mi hotel a descansar.

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