En el palacio

En el palacio

El helicóptero  militar que había partido a media mañana del jueves desde la Secretaría de las Fuerzas Armadas daba la impresión de no tener un destino específico mientras sobrevolaba zonas montañosas entre las provincias  Azua y San José de Ocoa, áreas afectadas por los  huracanes Hanna e Ike. Finalmente, nos ubicamos sobre Ocoa e iniciamos el descenso en el estadio de béisbol, en las afueras del pueblo.

Allí permanecimos por unos 15 minutos hasta que la subdirectora de Prensa, Annia Valdez, que coordinaba el grupo de periodistas, nos informó que debíamos abordar de nuevo. “¡Vámonos! el coronel llamó”. El aparato levantó vuelo rápidamente  y, en unos 10 minutos, estábamos sobrevolando en círculos la ciudad de Azua. En un par de ocasiones el piloto trató de descender, pero retomaba altura. Y en eso estuvimos unos 10 minutos, hasta que  tomó  nueva ruta, hacia el suroeste. Mientras observábamos desde una altura de 8 mil pies aquella impresionante zona montañosa, los pilotos examinaban un mapa tratando de localizar una comunidad de la Cordillera Central incomunicada por vía terrestre desde hacía tres semanas.

Se trata de la Laguna, de Padre Las Casas,  zona rural de un verdor y condiciones climáticas impresionantes, a  2,800 pies sobre el nivel del mar. La crecida del río La Cueva arrasó  el badén que facilita el tránsito vehicular  hasta La Laguna y a otras 36 comunidades de esa zona. Los pilotos ubicaron   un área apropiada para el aterrizaje, pero mientras descendían observaron una multitud temeraria aproximándose justo al punto de descenso. Uno de los pilotos sacó su brazo derecho por una ventana y les señalaba  que se retiraran, pero la  multitud, integrada mayormente por niños y jovenzuelos, no parecía entender o no querían hacerle caso.

La situación se tornaba peligrosa, pues aquellas personas se acercaban más y más al helicóptero y si la nave retrocedía preventivamente, ellos avanzaban. Un perro viralata se colocó justo debajo ladrando al aparato, pero finalmente descendimos sin mayores complicaciones. Pero no tardamos en conocer la razón de aquel temerario comportamiento: esa gente esperaba comida. Cuando nos vieron salir del helicóptero parecieron frustrados. “Aquí se está acabando hasta la sal en los colmados”, me dijo Ronny Esperanza Agramonte, con más de 10 años residiendo en La Laguna.  

Según ella, tenían tres semanas que no recibían abastecimiento de alimentos por parte de las autoridades, aunque el gobernador de Azua, Ysvelio Delgadillo, me aseguró que el día anterior, miércoles, habían enviado a la zona 3 mil raciones. ¿A quién le creo? Continuará…

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