En el Palacio

En el Palacio

POR MANUEL JIMÉNEZ
El helicóptero levantó vuelo desde el patio de la fortaleza del Ejercito de Pedernales, provocando una enorme polvareda que impacto sobre el grupo de periodistas que se aprestaba a abordar un segundo aparato que le seguiría en el trayecto hacia Jimaní, segundo punto en el recorrido del sábado del presidente Leonel Fernández por la frontera suroeste con Haití.

El vuelo se suponía corto, solo había que cruzar la Sierra de Baoruco y una vez logrado ese objeto se divisaría la población fronteriza de Jimaní, donde sus habitantes ya habían sido alertados sobre la presencia del presidente Fernández. Una fuerte brisa hamaqueaba con fuerza el helicóptero militar en lo que parecía un duelo entre la naturaleza y los avances tecnológicos logrados en la aeronáutica, pero los pilotos parecían despreocupados, muy seguros de sortear sin mayores dificultades las adversas condiciones climáticas. En ese primer helicóptero viajaban los secretarios de Agricultura, Amílcar Romero; de Obras Públicas, Freddy Pérez, y de Salud Pública, Sabino Báez; así como los directores del Inapa, Víctor Díaz; del Indrhi, Frank Rodríguez; de la Oficina Supervisora de Obras del Estado, Félix Bautista, y de Desarrollo Fronterizo, Olgo Fernández, así como el general Juan Santos Taveras, comandante del Comando Sur de la policía, con asiento en Barahona.

A distancia el techo se observaba totalmente cubierto sobre la sierra del Baoruco, es el lenguaje que utilizan normalmente los pilotos para definir un horizonte nublado, con problemas de visibilidad. Pero aún en estas condiciones decidieron penetrar el espacio aéreo sobre la Sierra, pues entendían que maniobrando encontrarían un claro que le facilitara el trayecto hacia Jimaní. El viento era cada vez más fuerte y los pasajeros a bordo de aquel aparato comenzaron a sentir las primeras señales de preocupación, pero sin exteriorizarlas. Ya sobre la sierra, el helicóptero se vio de repente arropado por una gran nubosidad que pudo franquear en medio de dificultades, pero más adelante el dominio visual del espacio aéreo para los pilotos se tornaba prácticamente nulo. Decidieron girar para devolverse, pero la nubosidad que habían dejado detrás, le arropo nuevamente, en tanto que las fuertes brisas impactaban sobre el aparato ladeándolo con fuerza de un lado a otro, además de provocar un ruido infernal.

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Estaban a unos 4,000 pies sobre la Sierra y Víctor Díaz, director de Inapa, recuerda que sobrevolaron virtualmente a ras de la cima de una montaña. Uno de los pilotos trató de calmar a sus pasajeros haciendo señas con sus manos para que mantuvieran la calma. Pero estos lucían seriamente preocupados, pero en completo silencio, solo intercambiando miradas cargadas de asombro y de no muy disimulado nerviosismo. En medio de estas circunstancias, los pilotos elevaron la altura a 6,500 pies, pero el aparato comenzó a perder revoluciones, iba muy cargado, y encendió una luz roja de alerta. Luchando contra el fuerte viento y tratando de buscar un claro para salir de aquella encerrona, los pilotos se tomaron alrededor de 20 minutos, según me confesó Félix Bautista, director de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado.

Finalmente, la misma brisa hizo despejar un tanto una zona nubosa y el aparato aprovecho para salir de la Sierra y tomar ruta de regreso a la zona de Pedernales. Entonces tomó una nueva ruta bordeando la costa hasta Barahona y allí giro hacia en dirección a Jimaní, lo que se extendió el tiempo de vuelo a unos 45 minutos. Los pilotos de ese primer helicóptero alertaron al resto de la flotilla, especialmente a los del helicóptero presidencial, para que evadieran la ruta sobre la Sierra y tomaran la costa en dirección a Barahona y desde allí a Jimaní, sobrevolando la laguna de Cabral y el lago Enriquillo. Pero para los funcionarios que iban a bordo de ese primer helicóptero ellos están vivos para contarlo. Frank Rodríguez confiesa que se encomendó a Dios.

«¡Que otra cosa iba a hacer!», me dijo.»La brisa lo movía con tal fuerza, que parecía que el helicóptero se estaba rompiendo a pedazos», describió Rodríguez. Víctor Díaz, con muchas horas de vuelo, revela que nunca antes había confrontando un percance similar. «¡Por poco nos jodemos!», se escuchó decir a Félix Bautista cuando puso sus pies sobre la tierra, en el patio de la fortaleza de Jimaní, donde el aparato pudo descender finalmente sin dificultad. Pero el percance fue de tal magnitud que ese aparato, primero en despegar en Pedernales, fue el último entre cinco en aterrizar en Jimaní.

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