En el Palacio

En el Palacio

POR MANUEL JIMÉNEZ
El ex presidente Hipólito Mejía se vendió en su campaña en pro de conquistar el poder en el año 2000, como «un hombre de palabra», y muchos llegaron a creerle. Pero esa auto definición se desmoronó cuando después de repetir hasta la saciedad que no buscaría la reelección, finalmente se presentó ante el país como principal abanderado del continuismo, aunque sin el éxito que esperaba.

Pero esta vez, Mejía ha sido coherente y al cabo de seis meses, como anticipó, ha roto su unilateral tregua con el gobierno y está «tirado en la calle del medio», una expresión muy típica en sus labios. El activismo del ex mandatario no es ajeno a funcionarios del gobierno, a todos los niveles, pues en sus conversaciones privadas plantean una serie de hipótesis sobre el futuro político del «guapo de Gurabo».

Por ejemplo, conversando sobre el tema, un alto funcionario gubernamental, cuyo nombre no estoy autorizado a revelar, reconoció que la aspiración de gran parte de los dominicanos que votaron por el hoy presidente Leonel Fernández en los comicios del 16 de mayo pasado, es ver algún día en el banquillo de los acusados al ex presidente Mejía y a muchos de sus colaboradores a quienes el rumor público atribuye haberse enriquecido con fondos públicos.

Ese funcionario reconoce también que mucha de esa gente no entiende el porqué, a seis meses de gobierno, Mejía no sólo no enfrenta ningún cargo en la justicia, sino que esté asumiendo posiciones desafiantes, incluso, enjuiciando la gestión de su sucesor en el cargo, en momentos en que el panorama económico cambia favorablemente y se deja atrás la pesadilla que representó su administración. Pues bien, de acuerdo a lo que conversé con ese funcionario, el deseo de esa gente seguirá siendo una simple aspiración y un sueño probablemente irrealizable.

En el gobierno, al menos en sus altas esferas, no se tiene como prioridad iniciar persecución alguna contra el ex mandatario e, incluso, se aportan razones para justificar esa postura. ¿Para qué? Me preguntó esa alta fuente gubernamental con la que tuve ocasión de tratar el tema en estos días.

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Además de estar convencido de que eso daría pie a una especie de circo, que entiende que es lo que se estaría promoviendo, mi interlocutor recordó las situaciones recientes que se han presentado en Nicaragua y Costa Rica, donde los presidentes Bolaños y Pacheco, de alguna manera, han patrocinado persecuciones contra antiguos jefes de Estado bajo supuestos cargos de corrupción. «Ponerse a perseguir a un ex presidente, de alguna manera se vuelve contra el propio gobierno, esa ha sido la experiencia», me comentó, poniendo de ejemplo el caso del propio presidente Fernández. «si se partiera de un deseo de retaliación o venganza política, el primer interesado en ello sería el presidente Fernández, a quien Mejía maltrató en términos personales, más que políticos», me comentó el funcionario. » Pero heredamos un país con muchas dificultades, por lo que la prioridad es resolver los problemas, corregir los males de la economía y volver al crecimiento sostenible», agregó. Además, en la presente administración hay quienes suponen que Mejía sigue en un declive político que le resultará difícil, sino imposible revertir. Ponen de ejemplo, lo que el país cosechó durante su administración en la que afirma demostró «incapacidad» e «irresponsabilidad». ¡1,100 millones de dólares en bonos soberanos y dígame qué se hizo!. Muéstreme una obra. No hay nada..», me observo el funcionario. «¿Usted cree que es posible que pasaran cuatro años y no se terminara el edificio de la Suprema Corte?, preguntó, citando igualmente otras obras como el puente sobre el río Higuamo, en San Pedro de Macorís o la biblioteca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

«Allí estamos trabajando ahora y usted verá lo que es una real biblioteca universitaria. Verá la diferencia entre el ahora y el después», garantizo. Al gobierno, a juzgar por lo conversado, ni le disgusta y mucho menos le preocupa que el ex presidente Mejía se entregue a un frenético laborantismo político en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). ¡Eso es bueno!, ¡Eso no es malo!, me aseguró. Tengo la obligación de aclarar que todo esto se habló «off the record», pero ofrezco garantías plenas de la autenticidad y confiabilidad de la fuente por su jerarquía oficial. Pero el tema es oportuno y como periodista no podía evadir citar lo conversado, aún en el caso de que mi fuente pueda sentirse traicionada. Gajes del oficio¼

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