El fenecido presidente Joaquín Balaguer, sabio, enigmático, hombre grande entre los grandes, me dijo una vez que en el Palacio Nacional se aprende. Hoy, a varios años de aquella frase, entiendo a cabalidad el buen sentido de su expresión. No se da con frecuencia rigurosa, pero siempre se ha hablado de que en Palacio se dan unos juegos de poder que no sólo abarcan a determinados funcionarios o simples empleados, sino que contagian a quienes por obligación profesional, se ven en la necesidad de merodear por sus pasillos y oficinas.
En ese juego, se recurre como normas invariables, a la calumnia, las zancadillas, se trata de enemistar con terceros a quienes se entiende contrarios, se adornan y cotejan elucubraciones malévolas que no hacen más que reflejar la personalidad e historial de quienes incurren en estas prácticas. En esto no se toman en cuenta las manifestaciones de amistad del pasado, el estilo es tratar de avasallar, y normalmente no se tiene otra arma a disposición que no sea la de difundir conductas y comportamientos imaginarios, anidados en mentes que no hacen más que reflejar graves y serios conflictos internos.
Guardando la distancia, tengo que reconocer, lastimosamente, que nos estamos contagiando. En el medio hay quienes hablan de sus A hermanos@ y se lamentan que aún no llegue el día en que los periodistas aprendamos a respetarnos mutuamente, pero incurren en el ejercicio de idealizar y exteriorizar supuestas malas conductas que atribuyen a quienes consideran colegas, olvidando aquella vieja sentencia de que ofende quien puede y no quien quiere. Reaccionan inexplicablemente, tan sólo porque en medio de su trance, atribuyen a otros mala fe o un supuesto deseo de hacer daños con publicaciones normales, porque suponen conocer Adesde hace años@ a quien ahora colocan en el plano de la enemistad personal o en componendas para dañar su honra, sin que se sepa para qué o con cuáles alegadas ventajas.
Admiten, a posteriori, por razones de fuerza mayor, su encuentro con Ael amigo, con el hombre@, pero rechinchan porque del hecho ya se informó, en una simple nota periodística, sin adornos ni comentarios al margen. Admiten que se trato de un encuentro sano, de reafirmación de Aamistad@ al amigo que se va, pero habría que preguntarse, entonces )Porqué tanta furia y encono? Lo que me extraña, lo que me sorprende es que periodistas pretenden convertirse en censores de qué cosa se publica y que no, del Palacio Nacional. )Desde cuándo ha dejado de ser noticia cada encuentro que encabece un Presidente, más aún en su propio despacho?
Otra cosa, de James Bond sólo me gustan sus películas, no he ejercido nunca su oficio, es probable que por falta de tiempo o de vocación. Dicen que se nace siendo o que se adquiere una condición con el desarrollo del tiempo. Yo he sido periodista a tiempo completo en esta casi tres décadas de ejercicio. No tengo que hablar de mi conducta, existen hechos que la avalan por sí misma. Durante 22 años consecutivos, he sido el redactor asignado por este diario a la fuente del Palacio Nacional. Desde 1989, he sido el corresponsal en República Dominicana de una prestigiosa agencia internacional de noticias, Reuters, y en este oficio sólo he recibido el reconocimiento de quienes sí tienen la potestad y el derecho a juzgarme. Al margen, en dos ocasiones he sido director de Relaciones Públicas de Procomunidad y debo aclarar, con toda humildad, que me han buscado para el cargo, no he ido detrás del puesto.
Agradezco, eso sí, primero a doña Minú Torres de Musa y ahora a doña Peggy Cabral y Ana María Acevedo, el haber confiado en mí. Es probable que no todos mis lectores tengan una idea clara del porqué de estas notas. Un amigo me lo advertía. (Te va a meter en el circo que quieren otros!, Me dijo, mientras trataba de convencerme para que tratara de ignorar las necedades y los resabios de quienes tendrán sus razones y motivos para ofenderse porque sus nombres han sido citados en una legítima crónica periodística como participantes en un encuentro con el señor Presidente de la República. Quienes así han actuado, lo han hecho con poca inteligencia y tacto, quizás traicionados por un viejo rencor que no acabo de entender.Tal comportamiento lo único que ha hecho es despertar sospechas, interrogantes de las que no soy culpable ni auspiciador. Estoy de acuerdo en que todo esto es una necedad, pero me he dado de cabeza buscando el origen, la explicación y no la encuentro. (Cosas veredes Sancho! Decía el Quijote.