En el Palacio

En el Palacio

Juan Terrero Pérez, periodista y productor de un espacio de panel de la televisión dominicana, ha estado vinculado por años al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y aquella tarde del lunes de la semana pasada estaba en el antedespacho del presidente Hipólito Mejía a la espera de una cita.

Llevaba en eso un par de días, pero confiaba en que sería recibido por el jefe de Estado, quien lo conoce desde hace algún tiempo. Observó que algunos periodistas asignados a la fuente del Palacio Nacional llegaban acompañando al director de Prensa, Luis González Fabra y se puso en guardia. AEste es mi chance@, pensó hacia sus adentros el colega. Cuando el grupo se disponía a penetrar al antedespacho, Terrero Pérez sencillamente se coló, pues él no figuraba en esa lista y a partir de entonces fue testigo de primer orden de todo lo que allí se conversó. El presidente Mejía acababa de sostener un encuentro con Pedro Peralta, director de la Corporación Estatal Hotelera (CORPHOTEL) y lucía de buen humor.

Cuando los Achicos de la prensa@ entraron al despacho, el presidente Mejía beso en ambas mejillas a una de las dos damas que integraba el reducido grupo y luego saludó a los hombres. El encuentro fue ameno, un intercambio franco de pareceres y de reiteración Ade lealtad al amigo@, según insisten mis fuentes. El Presidente bromeo de buenas ganas con Vicente Sobrevela, calvo al igual que él, periodista de este diario asignado a la fuente presidencial en horario nocturno, pero quien, al parecer, borró rápido y hoy no recuerda que efectivamente era uno de los cordiales invitados al despacho presidencial.

Mejía, incluso, entrando en un plano familiar, preguntó a Sobrevela sobre Constanza, lugar donde el apreciado colega desarrollo su niñez. Lo que no entiendo es por qué tanto interés en negar un encuentro que a todas luces parece normal. No es pecaminoso ni afecta la moral el hecho de que un Presidente te invite a compartir en su despacho, más aún si se trata de periodistas asignados a la fuente. )Cuantos periodistas no habrán almorzado en el curso de estos cuatro años con el presidente Mejía? Los nombres de algunos de ellos han sido de dominio público, pero no recuerdo reacciones airadas ni resabios, mucho menos los recuerdo suponiendo que tal publicación atente contra su moral y su honra. Me apena mucho, sobre todo por gente como Sobrevela, que todo esto se haya exagerado. Se trata de un viejo compañero de labores a quien supongo terriblemente confundido.

No revela otra cosa que confusión, el hecho de que en la carta que publica el sábado en este diario me atribuya haber informado sobre un supuesto Acompromiso político@ que no aparece nunca en mi nota. )Dónde, en qué párrafo o en que parte del cuerpo de esa crónica se habla de tales cosas? Pienso que si antes de escribir, se hubiese tomado la molestia de leer, sosegado y sin predisposición, hubiera detectado que allí no hay la maldad que supone. )Qué puede haber de maldad en una nota que dé cuenta del encuentro de un Presidente con algunos amigos? Hay que suponer que quienes estuvieron presentes aceptaron estar allí porque de antemano entendían que aquello no tenía ni tiene nada de pecaminoso. Digo, en caso de que el propósito fuese más allá del simple intercambio con un Presidente que se despide. Un Presidente es siempre una figura prestante y una invitación suya se entiende como un honor, jamás un agravio. Hace justo dos semanas que este diario publicó una nota principal dando cuenta de un encuentro similar que el presidente Mejía había sostenido con otro grupo de periodistas y productores de espacios de la televisión. En esa nota mencioné algunos nombres y esos colegas lejos de sentirse Aofendidos@ o Acalumniados@ hubo quienes me expresaron quejas por no citarlos. (A la vida y sus contradicciones!

De la participación de Terrero Pérez en este encuentro no tenía noticias y, al parecer, mi fuente primaria lo confundió con Darío Medrano, el colega de Color Visión, que ciertamente no estaba entre el grupo. Pero si le pido disculpas a Medrano que por haberlo citado erróneamente equivaldría a prejuzgar que andaba en algo malo. Pero como no veo lo que otros han puesto en evidencia, simplemente me limito a corregir la confusión. Creo que Medrano, como periodista veterano, entiende que estas cosas pueden pasar. A esta novela le falta una segunda parte, pues tengo que diferenciar a Sobrevela de quienes irradian odio y dardos venenosos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas