En el Palacio

En el Palacio

Pedrito trataba de buscar espacio entre el grupo que cercaba al presidente Hipólito Mejía en la inauguración de la pista de atletismo del polideportivo de Moca, construido por la Secretaria de Deportes. La ceremonia fue informal. No se desplegó una mesa con mantel blanco, con sillas ordenadamente colocadas ni se dispuso de un podium desde donde interviniera el maestro de ceremonias ni los oradores. Todo se desarrolló en la misma pista de atletismo, sin altoparlantes, a capela.

El interés del activista gubernamental era colocar a los ojos del presidente Mejía un cartelón de papel que había preparado para la ocasión, y que rezaba: «Presidente. Aquí estamos los perredeístas fieles». La aclaración parecía oportuna, pues a diferencia del pasado reciente, la participación de público en aquella actividad estuvo virtualmente ausente, más bien integrada por funcionarios locales y los que acompañaron al jefe de Estado desde la capital. La escena pareció recrear un viejo dicho al que acostumbra hacer alusión el propio presidente Mejía: (Ya la pava no pone donde ponía!. Mejía había llegado el jueves a Moca a eso de las 8:30 de la mañana y su primera parada fue en la residencia de Pilo Salcedo, un viejo amigo y dirigente local del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Alli, algunos colegas de Santiago llamaron la atención sobre la ausencia de funcionarios y dirigentes perredeístas de esa ciudad, quienes hasta hace pocas semanas se desplazaban en masa a cualquier punto del Cibao donde hiciera presencia el jefe del gobierno. Solo se notaba por allí de esa zona a un solitario Ambiorix Díaz Estrella, quien, sin embargo, no participó en el resto de las actividades oficiales cumplidas por el presidente Mejía en el resto del día.

Mejía, sin embargo, no pareció perder su sentido del humor. En Cayetano Germosen, donde inauguro un edificio multiuso para la práctica de voleibol y baloncesto, agarró una bola y la encestó medio a medio al canasto, algo que para Hernani Salazar, el director de la Oficina de Ingenieros Fiscalizadores de Obras del Estado, fue motivo de aplaudir. Más adelante, el Presidente se internó por varios tramos carreteros que comunican localidades rurales de Moca y en el trayecto hizo aparición una Disco Light, haciendo sonar la misma música de la campaña. Aquello pareció gracioso, sobre todo el estribillo de uno de los merengues que resultaron cotidianos en las caravanas por la reelección, y que reza (Y sigue y sigue…! En Las Lagunas, de Moca, frente a la impresionante residencia campestre de Rafael Sánchez, uno de los funcionarios de la oficina de Hernani, se celebro el acto de inauguración de la carretera que comunica con Boca Ferrea. Donato Bencosme, el síndico de ese Distrito Municipal, se emocionó al dar las palabras de bienvenida, se empantalonó y a toda voz en cuello proclamó que el PRD defenderá la moral del presidente Mejía hasta con las armas si fuese necesario. Cuando el acto terminaba, un campesino comentaba «la maldad» de los mocanos. «Tantas obras que ha hecho este hombre aquí y votaron en contra», se lamentó el hombre de campo. El Presidente siguió entregando tramos carreteros y llegó hasta la comunidad de Juan López Arriba, para inaugurar una escuela de ocho aulas. Allí, el padre Rafael Teófilo Castillo procedió a la bendición de la obra y al finalizar el rito, comento: «Déjame mojar otra vez al Presidente con esta agua bendita para que vuelva..a inaugurar (obras en la zona). Uno de los presentes no aguantó el freno y al escuchar al sacerdote, arrancó con el (vuelve y vuelve!. Mejía estalló en una carcajada, y dijo: Sí, pero para Gurabo..»Antes de finalizar la jornada del día, el Presidente almorzó en uno de los restaurantes de la zona de Cafeto, en una de las alturas de la carretera hacia Jamao al Norte, donde la vista recorre todo el impresionante valle de la Vega Real. Los periodistas apostábamos que como ha sido habitual en el curso de la administración de Mejía, el ingreso al almuerzo nos estuviese vedado. Pero (oh sorpresa!, el oficial de servicio a la puerta del restaurant nos invitó cortésmente a pasar, teníamos mesa y sillas, y disfrutamos a plenitud del banquete. El puerco asado y el moro de habichuelas negras cedieron ante la demanda de los hambrientos.

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