En el palacio

En el palacio

POR MANUEL JIMÉNEZ
Un retraso en el vuelo regular de American Airline que partió la mañana del sábado desde el Aeropuerto Internacional de las Américas con destino a Miami por poco hace abortar mi itinerario de vuelo a Brasil para cubrir la gira que apenas inició el sábado el presidente Leonel Fernández.

Llegué a Miami a las 9:30 de la mañana, pero los trámites de migración y las medidas de seguridad que se imponen en estos días en los aeropuertos de los Estados Unidos, retrasaron enormemente mi presencia en el gate en el que debía abordar un vuelo de la línea brasileña TAM con destino a Sao Paulo. Cuando apenas salía del área de equipajes, escuché por las bocinas cuando llamaban al pasajero Manuel Jiménez. Ya no podía embarcar mi equipaje por la correa, debía llevarla conmigo, pero temía que no alcanzara a tomar el vuelo. En mi cabeza solo tenía presente el hecho de que si perdía ese vuelo, virtualmente abortaba mi viaje a Brasil,  puesto que la agenda del presidente Fernández supone una estancia de entre 24 a 48 horas en cada punto del programa. El vuelo estaba programado para partir a las 11:05 de la mañana y justo a las 10:50 me encontraba corriendo como un cualquiera por las áreas de la Terminal, arrastrando mi equipaje. Volví a escuchar cuando desde las bocinas advertía “ultima llamada para el pasajero Manuel Jiménez”. Apure el paso y pude llegar con la lengua afuera al área de chequeo. Allí hablé a un señor que chequeaba los boletos de abordo y le advertí que me estaban llamando, que mi vuelo estaba a punto de dejarme varado. Me atendió con premura y me colocó al frente de la fila, pidiendo las naturales disculpas al resto de los pasajeros. Despojarme de mi correa, quitarme los zapatos y sacar del bulto mi latop para pasarla por los equipos de rayos X me robo un tiempo precioso. Llamé a Sandra Severino, subdirectora de Prensa, a Santo Domingo, para informarle que “me dejó el vuelo”, pero ella me animó a que llamara a Annia Valdez, también subdirectora de prensa, que ya estaba a bordo del vuelo.

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Llamé al celular de Annia y me respondió preocupada por mi tardanza, me dijo que hablaría con la tripulación del avión para pedirle que me esperarán, que estaba en camino. En esto intervinieron, además de Annia, Yarima Sosa, oficial de Protocolo y el coronel médico Francisco Araujo. En una segunda llamada Annia me advirtió que apurara el paso, que me estaban esperando. Saqué fuerza no se de donde y a pasos dobles, arrastrando mi equipaje pude llegar hasta el gate 25, donde rápidamente el personal autorizado chequeo mis documentos y me acompañó hasta abordar el avión. Cuando entré al avión sudaba como un caballo, fue en ese momento que sentí la fatiga y respiraba con dificultad. Los pasajeros a bordo me miraban con cierto asombro, pero era obvia que en ese momento comprendieron el por qué del retraso en la salida del avión. Yo, en cambio, respiraba satisfecho, pues había salvado un serio inconveniente. El vuelo a Sao Paulo fue largo, ocho horas a bordo con un avión en medio de frecuentes turbulencias, pero con buenas atenciones por parte del personal. Llegamos a Sao Paulo cerca de las 9:00 de la noche, donde hicimos los trámites reglamentarios, retiramos los equipajes y debimos reembarcarlos en otro vuelo de la línea TAM con destino a Salvador de Bahía, primer punto en la gira presidencial. Arribamos al aeropuerto de esta ciudad costera próximo a las 2:00 de la madrugada.

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 El grupo debió hacer migración por ser el primer puerto de entrada a Brasil y nos dirigimos hacia el área de equipaje. En Santo Domingo decimos que salir con el pie izquierdo es mismo que estar de mala suerte. Las maletas de mis compañeros de viaje llegaron todas, menos la mía. No hubo explicación convincente, lo cierto es que el domingo, al momento cuando redactaba esta columna, no sabía el destino de mi equipaje. El domingo estábamos supuestos a retornar a Sao Paulo y albergaba la esperanza de que mi equipaje se encontrara aun en esa Terminal, pues desde entonces ando con la misma “remúa”.

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