En el palacio

En el palacio

La mañana apenas despuntaba en el aeropuerto internacional de El Alto, en las afueras de La Paz, Bolivia, cuando el avión de American Airlines se lanzó sobre la pista de aterrizaje. Iban a bordo el vicepresidente de República Dominicana, Rafael Alburquerque y el primer ministro de Guyana, Samuel Hinds, encabezando las delegaciones de sus respectivos países para los actos de toma de posesión de Evo Morales, nuevo presidente boliviano. «No saben lo que les espera en La Paz», comentó un señor de acento extranjero sentado en clase económica. No estaba advirtiendo nada que se desconociera. Sólo en El Alto, se registra una altura de 4,200 metros sobre el nivel del mar y en el punto mas bajo de la capital se llega a tener unos 3,00 metros, algo que regularmente provoca síntomas de asfixia, mareos y dolores de cabeza en cualquier extranjero que llega a esta ciudad. Al pie de la escalinata del avión estaban formadas las tropas, vestidas de uniformes de gala, para el recibimiento oficial de los jefes de Estado y de Gobierno, así como del resto de las delegaciones extranjeras a la ceremonia de asunción de mando. Al resto de los pasajeros se les pidió permanecer en el avión hasta concluida la ceremonia. La neblina opacaba seriamente la visión sobre el área y las bajas temperaturas obligaban al uso de abrigo. El vicepresidente dominicano y su acompañante, el secretario de Estado sin Cartera, Miguel Mejía, bajaron tan solo de saco y corbata. El responsable del protocolo invitó al vicemandatario a dar el pase de revista, en el marco de la ceremonia de bienvenida, pero Alburquerque había sido advertido de las consecuencias de cualquier esfuerzo físico extra sobre aquellas alturas y pidió a su edecán caminar «despacito». Unos minutos después retornaba a la plataforma cubierta de alfombra roja a salvo. Llegó a sentirse molesto por la altura, pero no sucumbió. Nos comentó más tarde.

La experiencia del presidente de Brasil, Inacio Lula Da Silva, no fue similar. Lula llegó a ser afectado por la altura y durante el pase de revista a la formación militar detenía por momentos la caminata, tomaba aire y arrancaba de nuevo. Se temió que en algún momento colapsara, pero resistió hasta el final. Entre periodistas se comentó que el presidente de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, llegó a sentir síntomas de mareo y hubo de reposar por algunas horas antes de integrarse oficialmente a los actos. Al menos, dos oficiales de la avanzada de seguridad del vicepresidente dominicano que habían llegado a La Paz tres días antes, tuvieron que ser auxiliados con equipos de oxígeno al faltarles el aire, ya en el hotel Camino Real, donde se registró la delegación. Incluso, cuando el vicepresidente Alburquerque llegó a su suite, en el piso 11 del hotel, encontró allí un equipo móvil de oxígeno, en prevención de cualquier malestar, pero no llegó a usarlo. En ese hotel se registraban, además, el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón y la delegación oficial de la República Popular China. El príncipe fue una atracción entre las bolivianas y hasta en plena ceremonia oficial las damas se les acercaban a pedir posar a su lado para una foto o un autógrafo. Accedía siempre sonriente, pese al celo de su seguridad. La Paz, muy a pesar del despliegue policial, lucía festiva. En los principales hoteles reservados a las delegaciones extranjeras ondeaban las banderas de los respectivos registrados y en el centro y en las avenidas los símbolos multicolores del Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales, un líder indiscutible.

Antes de la presentación de las cartas credenciales al Presidente saliente,Eduardo Rodríguez, la noche del sábado, el vicepresidente Alburquerque y sus acompañantes fuimos invitados a un almuerzo a la residencia de la cónsul honorífica de República Dominicana, Silvia de Salazar. Su esposo, Fernando Salazar Paredes, abogado de mucho prestigio, tratadista en derecho laboral, rápidamente hizo química con el vicemandatario, entablando una prolongada y amena conversación que se trasladó hasta la década de los 60, cuando ambos eran dirigentes estudiantiles. Hicieron remembranzas de amigos comunes que asistían a conferencias internacionales en aquella época de fervor revolucionario, hasta retornar a la realidad de la Bolivia de hoy. En aquel diálogo nos cercioramos que no tenemos ningún intercambio con Bolivia en lo comercial ni en lo cultural. Sólo una relación diplomática de bajo perfil, pues en La Paz tampoco tenemos embajada, sino que esta función la ejerce de forma concurrente, nuestro embajador en Lima, Perú, que apenas viaja una o dos veces al año a Bolivia.

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