En el Palacio

En el Palacio

POR MANUEL JIMÉNEZ
El pequeño avión, pero confortable jet ejecutivo, partió con buen tiempo el lunes en la mañana desde el aeropuerto internacional de Herrera, en las afueras de Santo Domingo, con destino a Caracas, Venezuela. El vuelo  completó su ruta sin turbulencias en poco más de una hora y 30 minutos, lo que facilitó el diálogo fluido y ameno  que durante todo el trayecto sostuvieron sus ocupantes. Iban a bordo el secretario Técnico de la Presidencia, Temístocles Montás; Víctor Díaz Rúa, director del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (INAPA), Juan Carlos Montás y quien esto escribe, en calidad de periodista invitado.

En el aeropuerto de Maiquetía, el espléndido sol y las elevadas temperaturas no se diferenciaban de lo que habíamos dejado atrás en Santo Domingo. La nave se estacionó en un área VIP de la terminal, donde previo al chequeo rutinario de Migración, nos recibió el embajador dominicano en Caracas, Jimmy Durán, acompañado de otros funcionarios de esa representación, entre ellos, el segundo secretario, José Antonio Ortiz; el ministro consejero para Asuntos Culturales, Richard Douglas y el general Eufemio Torres Mejía, agregado militar.

Caracas sigue siendo una ciudad de tránsito congestionado, especialmente en las áreas de su viejo centro, donde están las oficinas del Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES), objetivo del viaje de la delegación dominicana. Allí fueron suscritos siete contratos de préstamos por un monto de US$173 millones destinados a la ejecución de varios proyectos, entre ellos el acueducto de Higüey-Bávaro y la reactivación de un financiamiento para la adquisición de autobuses para el transporte público.

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Venezuela está inmersa en un proceso de transformación y cambio que no sólo afecta las estructurales políticas e institucionales del gobierno. Desde el gobierno se quiere transmitir la imagen de un cambio real, palpable. Por lo menos, eso es lo que se percibe cuando se llega a una institución como el BANDES, que maneja la parte venezolana de los fondos del Acuerdo de San José, y te encuentras con que un joven militar con rango de capitán ejerce su presidencia.

El capitán Edgar Hernández Behrens sorprende a la vista por su elevada estatura y sus gestos joviales y simpáticos. Mientras daba el recibimiento formal a la comitiva dominicana no podía imaginarme que se trataba del presidente de una institución económicamente tan poderosa como el BANDES. Vestía  sencillamente sport, de pantalón y camisa, cubierto de un jaque color azul. La imagen tradicional del alto ejecutivo bancario de traje formal y costoso, inmediatamente quedó atrás. Suscribió los contratos de préstamos en un ambiente de franca informalidad, incluso disculpándose en más de una ocasión para atender su teléfono celular. Al escucharle hablar denota su condición, pero de hombre comprometido con la revolución del presidente Hugo Chávez.

Habla con absoluto convencimiento de los logros de la revolución y de cómo Venezuela está dando el giro a favor de los pobres. Espera que la experiencia venezolana se vaya proyectando hacia el resto de los países de la región, especialmente en el Caribe porque, según sostiene, “Dios está con esta revolución”. En su tarjeta de presentación se lee la inscripción: “Dios es amor y prosperidad”, detalle que fue relacionado con su aparente devoción religiosa.

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Víctor Díaz, una especie de anfitrión por excelencia en el gobierno, no sólo había logrado el jet privado en que viajamos a Caracas, sino que al final de la jornada invitó a un almuerzo en un restaurante de una zona segura, pues Caracas, igualmente, registra altos niveles de violencia. Douglas, por encargo del embajador Durán, se responsabilizó de ubicar uno con la calidad y la protección demandada.

El restaurante está en la zona de El Chacao, la comida y el vino gustaron a todos. Se compartió en un ambiente matizado de reminiscencias, pues nuestro embajador en Caracas no sólo es un hombre de fácil expresión, sino de una amplia experiencia vivida.

La dictadura de Trujillo y todo el proceso que se vivió después, resultó en un tema apasionante. Pero la hora avanzaba y teníamos que retornar a Santo Domingo. Díaz pidió la cuenta, pero los números le nublaron la visión. Un millón 350,000 bolívares hacía el total. Douglas le aclaró las cosas con un rápido ajuste de bolívares a dólares. Eran poco más de US$700. “¡Y esto no lo paga INAPA!”  Aclaró Díaz para evitar malas interpretaciones.

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