POR MANUEL JIMÉNEZ
El periodista asignado a una fuente presidencial, no importa de qué lugar del mundo se esté hablando, adquiere responsabilidades y deberes adicionales a los que normalmente obliga el ejercicio simple y llano de la profesión. Y no es que se pretenda darle una categoría especial, sino que habitualmente, este reportero maneja informaciones y confidencias que su difusión al público pueden provocar repercusiones en todos o en determinados segmentos importantes y de decisión en la sociedad.
Esta condición lo obliga a ser cuidadoso y a saber sortear, verificar y confirmar cada dato que llega a sus manos. Otra cosa a tener en cuenta es que comúnmente esas informaciones tienen un vínculo directo o indirecto con la persona o el accionar del Presidente de la República. ¿Hasta donde un reportero puede sentirse en libertad de escudriñar y hurgar en la agenda o el accionar diario de un Presidente? Este es un tema que aún en Estados Unidos, el país que en términos de ejercicio democrático goza de las mayores libertades, no está del todo claro y en más de una ocasión ha sido fuente de debates, aunque, obviamente, no puede decirse que los medios de comunicación de ese gran país se han impuesto una barrera a la hora de ofrecer informaciones al público que toquen aspectos sensibles de un jefe de Estado. Los ejemplos sobran. En la República Dominicana, la situación es diferente, determinada por una tradición al respeto de lo que se considera la vida privada. Es decir, que la prensa local, consciente o inconsciente, se ha impuesto una diferenciación en el tratamiento de lo que se ha dado en denominar vida pública y vida privada, que no rige precisamente en los medios de Estados Unidos u Europa.
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Y esto no sólo es valido para la figura del Presidente, los altos funcionarios de la nación y dirigentes políticos, sino que envuelve también a los empresarios, los artistas y los profesionales de éxitos, etc. Pero en este país, es justo decirlo, se ejerce un periodismo dinámico, donde el ciudadano tiene acceso a una amplia y plural gama de medios de información, que aunque siguen un patrón estándar en lo que es la oferta de noticias, resaltan diferencias evidentes en su manejo, enfoque y despliegue. Últimamente, han surgido las publicaciones Online (Internet), algunas de ellas con un ejercicio novedoso, de investigación y análisis que amplía esa oferta al lector y que garantiza una mayor pluralidad. Pero el reportero sigue siendo la clave, el que hurga, el que investiga, el que consulta a la fuente y, en definitiva, el que alimenta al medio. En la medida en que el reportero sea sagaz, escudriñador y tenga un buen y confiable acceso a la fuente, en esa misma medida el medio al que sirve gana la confianza pública y corona el éxito. Pero cualquier periodista veterano observaría, entonces, que lo lógico sería que ese esfuerzo del reportero sea recompensado en igual proporción por el medio. Hay casos en que esto es así, aunque en honor a la verdad no puede decirse que se está ante un cuadro generalizado. Pero el profesional entregado a este tipo de ejercicio se gana también el prestigio y la confianza pública, que en definitiva es la mejor inversión de un reportero.
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El periodista, por la misma naturaleza de su ejercicio, convive a diario con la fuente, y en la medida que pasa el tiempo esa relación puede alcanzar una especie de amor-odio. Amor, cuando la fuente se siente satisfecha del enfoque y despliegue de una información de su interés y odio cuando la historia de una u otra manera conspira o afecta sus intereses, no importa la naturaleza que fuere, política o económica. Pero esto no debe ser la preocupación central del reportero. Esto, como se dice popularmente, es percata minuta, lo que importa, en definitiva, es la difusión, con objetividad e independencia, de lo que el periodista entiende como noticia, algo de interés público, que bajo ningún concepto debe guardarlo debajo de la manga. Es cierto que al reportero se le plantean, en ocasiones, disyuntivas especiales, en la que la opción es, o difundir una información o perder una fuente. Este tipo de coyuntura obliga a una consulta interna serena y juiciosa, pero en la que el reportero nunca debe de perder de vista su condición de enlace entre la sociedad y la fuente. ¿Cuál es la prioridad en este caso? Aquí se debe actuar como juez, bajo íntima convicción, pero en mi caso concreto la sociedad siempre estará de primero.