En el palacio

<p>En el palacio</p>

POR MANUEL JIMÉNEZ
El coronel Zenón Padilla, subjefe del Cuerpo de Ayudantes Militares, es un oficial que gusta de ejercitarse físicamente, pero tanto sus subalternos como sus superiores coinciden en definirlo como un hombre que afana mucho.

En víspera de la comparecencia del presidente Leonel Fernández ante la reunión conjunta del Senado y la Cámara de Diputados, Padilla salió del Palacio Nacional a las 2:00 de la madrugada y al día siguiente, 27 de Febrero, estaba madrugando para reconfirmar el operativo que se había instalado en la sede del Congreso, en el Centro de los Héroes. Luego se trasladó hasta la residencia del jefe de Estado, tal como acostumbra cada día y en medio de ese ajetreo ni siquiera advirtió que no había desayunado. El sándwich que debió ingerir esa mañana estaba en el interior de su vehículo cuando sus fuerzas físicas cedieron a una baja de azúcar en su organismo y sintió síntomas de desmayos, teniendo que ser auxiliado en pleno salón de la Asamblea Nacional, ante la vista de una buena parte del país que seguía a través de la pantalla de televisión una pieza oratoria interesante. El coronel Padilla no es un oficial nuevo en estos menesteres. De hecho, está en la escolta del presidente Fernández desde su primer mandato (1996-2000) y siguió en su seguridad cuando el hoy gobernante pasó a la oposición entre el 2000 y el 2004. En este lapso ha cumplido grandes y agotadoras jornadas de trabajo, tanto en el país como en el exterior, sin que nunca diera alguna muestra de flaqueza, pero se generaliza la opinión de que tuvo un descuido fatal, ¡Y en qué momento!. Siempre se ha dicho que errar es de humano, pero el caso del coronel Padilla no se está comentando como un simple percance en su salud, sino que se insiste en culparle por un descuido involuntario. No desayunar, no estar en condiciones físicas adecuadas cuando de antemano sabía que le esperaba una agotadora jornada, no es cosa para entenderse tan fácilmente, más aún tratándose de un oficial militar de formación, con  larga experiencia. Padilla, sin embargo, pudo recuperarse rápido. Unas dos horas después del desmayo se le vio tranquilo y en pleno ajetreo en la Catedral y más tarde en el desfile militar del Malecón. En medio de este lamentable percance, tiene a su favor el hecho de que goza de la confianza y la amistad, no sólo del Presidente Fernández, sino también de la primera dama, Margarita Cedeño de Fernández.

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El coronel Padilla no ha sido el único oficial afectado por este tipo de problemas en momentos de mucha solemnidad. Recuerdo que en la toma de posesión del presidente Fernández, en agosto del 2004, el hoy secretario de las Fuerzas Armadas, teniente general Ramón Aquino, se jamaqueó y hubo de agarrarse de la silla presidencial, aunque nunca desmayó, pero si tuvo que ser reemplazado en la guardia detrás del entrante gobernante. En ceremonias de presentación de honores especiales a jefes de Estado extranjeros o en desfiles militares; oficiales, clases y alistados, han tenido desmayos, en ocasiones, a causa de las largas horas de pie, expuestos a un candente sol. Recuerdo que en una ocasión el general de brigada Rafael Guerrero Peralta, siendo jefe de la Policía Nacional, se desmayó mientras pronunciaba un discurso en un acto que encabezaba el fenecido Presidente Joaquín Balaguer, también a causa de una baja de azúcar en el organismo. Pero ayer, en broma y en serio, alguien habló de los viejos robles, pero no precisamente de los fundadores del PRD. Se refería al general Luis María Pérez Bello, jefe de la seguridad del fenecido Presidente Balaguer. Nunca cedió su puesto a ningún otro oficial, ni al lado ni detrás de Balaguer, salvo cuando su propio jefe,  por circunstancias muy coyunturales, lo reemplazó en el mando por un par de meses. A Pérez Bello se le vio siempre indoblegable, de pie, detrás de Balaguer en cada comparecencia al Congreso los 27 de Febrero, así como en los tradicionales saludos de Año Nuevo, en el Palacio Nacional. Si se toma en cuenta su edad, esa demostración de fortaleza cuenta y mucho. Y lo digo, porque a mucha gente no pareció correcto que después del percance del coronel Padilla, la guardia detrás del Presidente Fernández se estuviese relevando cada quince ó 20 minutos. Esos cambios, innecesarios por demás, distrajeron un tanto la atención de los televidentes, justo frente a una intervención apoyada con innovadores recursos audiovisuales. No cabe dudas que el Presidente Fernández se esmeró en su discurso, pero el desmayo, lamentablemente, ha generado mas bulla que su bien documentada oratoria y, como era de esperarse, la oposición se está burlando. ¡Cosas de la política vernácula!

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