En  el palacio

En  el palacio

Haitianos en la  Basílica.  El retraso en la partida hizo que el equipo de HOY que viajaba el jueves a la zona de Bávaro, en la costa Este del país, acelerara la marcha para estar a tiempo en el acto inaugural de una asamblea de fiscales generales iberoamericanos que contó con la presencia del presidente Leonel Fernández.

En el trayecto, como para ir matando el tiempo, sintonizamos algunas emisoras de radio, de esas que bien temprano inician un matinal interactivo que en ocasiones sirven hasta de realax. “Estoy llamando desde Higüey”,  se escuchó gritar a uno de esos interactivos. “Quiero que ustedes digan algo sobre los haitianos en la Basílica”. Se refería a la Basilia Nuestra Señora de la Altagracia, dueña de una extensa área verde, pero que según denunciaba, está siendo utilizada por  haitianos indocumentados para pernoctar en las noches, hacer sus necesidades  y dejar infectado el lugar de ese olor pestilente y nauseabundo al amanecer de cada día.

“Nadie hace nada ni dice nada”, se quejó el oyente con preocupación e impotencia. Justo en ese instante, cerca de las  10:00 de la mañana, ingresábamos a la ciudad de Higüey, y pese a que no teníamos el tiempo a nuestro favor, pedí al conductor del vehículo que penetrara hasta el interior de la Basílica por simple instinto periodístico. No tardamos en percibir el mal ambiente. Dos menores haitianos se nos lanzaron antes de desmontarnos del vehículo pidiendo algo de dinero y un señor que nos pareció una especie de guardián nos confirmó que “esto está lleno de haitianos”.

Retrotraje mi memoria a una reciente visita a la zona de Las Terrenas, en Samaná, un centro turístico en auge en la costa nordeste, donde ya los haitianos no hacen las veces de conserjes, empleados de limpieza o de seguridad en los hoteles, sino de recepcionistas. Son los que te registran, una labor que hasta el pasado reciente estaba reservada a dominicanos. Recordé a Pierre, el joven haitiano que nos atendió en esa ocasión y que confesó que toda su familia está bien instalada en la zona laborando en hoteles. “Aquí está buena la cosa”, me dijo con su acento.

Pero cuando se pregunta a la gente de Las terrenas, la queja por esa presencia es al unísono, incluso resultando el hecho que se trata de una inmigración que cuenta con barriada propia en las periferias del poblado. En Bávaro, los haitianos no sólo copan los empleos en las  construcciones que se levantan, sino que en su gran mayoría son los dueños de las tiendas del centro comercial, en las áreas de ropa, artesanía y cuadros. Que diría a todo esto el amigo Carlos Amarante Baret, director de Migración.

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