En el Palacio

En el Palacio

POR MANUEL JIMÉNEZ
La presa de Tavera comenzó a recibir agua en su embalse muy rápido y para las 11 de la noche del martes el Presidente Leonel Fernández, que decidió pernoctar en el Palacio Nacional, estaba informado de la gravedad de la situación. A esa hora la Presidencia de la República estaba en coordinación con el Director de la Defensa Civil, Luis Luna Paulino; el Director del Centro de Operaciones de Emergencia, coronel Juan Méndez y el Director del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI), Héctor Rodríguez Pimentel.

De acuerdo a un relato del Director de Prensa del Palacio Nacional, Rafael Núñez, Tavera estaba tomando agua en volúmenes muy superiores a lo ocurrido con el paso de otros fenómenos naturales por el país, incluso el huracán David y la tormenta Frederick, en 1979 y el ciclón Georges, en 1998. Desde la noche del martes, según la versión de Núñez, se hizo la coordinación con las Fuerzas Armadas y la Defensa Civil para alertar a las familias residentes en las áreas de influencias del Yaque del Norte para que procedieran a su evacuación. Antes de la medianoche de ese martes,  el Director del INDRHI, Rodríguez Pimentel, se comunicó por vía telefónica con dos espacios que se originan en los canales 25 y 29 de la televisión de Santiago, entre ellos el que produce la periodista Bélgica Suárez, para alertar a la población de esa ciudad de la situación que se estaba presentando con la presa a fin de que se tomaran medidas de previsión. Ya para entonces las autoridades estaban decididas a ordenar un mayor desagüe de la presa porque le estaban entrando volúmenes de agua superiores a los 600 metros cúbicos por segundos, superando la capacidad de su embalse. Incluso, a través de unidades móviles con altoparlantes, en la noche del martes, se alerto a las familias residentes en las áreas vulnerables del Yaque del Norte para que abandonaran sus casas y Núñez cita como testigo de este hecho al corresponsal de Cadena de Noticias en Santiago, Luís Manuel Báez, quien en su reporte al canal 37 resalto esta novedad. Núñez recuerda que el Presidente Fernández estuvo monitoreando la situación de la tormenta Olga desde el domingo y como una demostración de que las autoridades estaban al tanto de lo que se avecinaba, cita que el Director de la Defensa Civil, Luís Luna Paulino, estuvo en Santiago desde las primeras horas de la madrugada del miércoles coordinando las acciones de socorro.

A muchos sorprendió que el Presidente Leonel Fernández tomara la decisión de viajar apresuradamente a la ciudad de Santiago y que lo hiciera por tierra cuando aun no habían cesado las torrenciales lluvias sobre un largo trecho de la autopista Duarte.

La caravana presidencial tuvo que someterse a los desvíos dispuestos por la Secretaría de Obras Públicas en varios tramos de la autopista debido a desperfectos en los puentes. En circunstancias climatologiítas como las que imperaban el miércoles no era aconsejable que el mandatario abordara su helicóptero y eso se le puso en conocimiento bien temprano en la mañana, según algunas fuentes. Cuando el jefe de Estado hizo su entrada a la hidalga de los 30 caballeros ya oscurecía y las lluvias continuaban. Se detuvo en la Fortaleza Fernando Valerio, sede de la segunda brigada del Ejército,  donde desde un balcón pudo observar el cuadro de las inundaciones provocadas por el río Yaque del Norte. Desde allí contemplo sereno aquella desgracia y recibió informes de los daños. Desde la Fortaleza se dirigió a la sede de la Corporación del Acueducto y Alcantarillados de Santiago (CORAASAN), uno de los edificios inundados en su parte baja por las aguas desbordadas del Yaque y finalmente visitó a los refugiados en la sede del Club Gregorio Urbano Gilbert, en el ensanche Libertad. Cuando se desmontaba del vehículo, había que cubrirlo con un paraguas por efecto de las lluvias, pero aun así se mojó. El jueves, en la tarde, se sorprendió a los periodistas informándoles que el mandatario viajaría en helicóptero a la zona del Bajo Yuna. Nadie tuvo tiempo para organizar viaje y cubrir la aparente repentina decisión.

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