En el Palacio

En el Palacio

El reconocimiento al mérito estudiantil se puso en práctica en la gestión del entonces presidente Leonel Fernández (1996-2000) y ha sido continuado en la administración del presidente Hipólito Mejía, aunque con algunas variantes.

Fernández Reyna acostumbraba encabezar actos en el salón de Las Cariátides, en la tercera planta del Palacio Nacional, donde se reconocían a los estudiantes con calificaciones sobresalientes o que se imponían en las olimpiadas de lecturas, de matemáticas, etc. que organizaba la entonces titular de Educación, Ligia Amado Melo viuda Cardona. En esta administración se varió el método de los reconocimientos y se optó por convocar a representaciones de colegios y escuelas públicas que, en principio, sostenían un encuentro directo con el Presidente de la República, donde tenían la libertad de formularle preguntas.

En sus inicios, se permitía el acceso de los periodistas, pero de repente ese acceso fue vedado, pues en algunos casos hubo estudiantes con ocurrencias que no eran del todo favorables a los fines propagandísticos del gobierno. Se llegó también a organizar premiaciones, también en el salón de Las Cariátides, pero el seguimiento mayor ha sido la novedad de traer estudiantes dominicanos residentes en los Estados Unidos, en especial la ciudad de Nueva York, para reconocerles su esfuerzo y su condición de alumnos sobresalientes. En esto se distinguió bastante el antiguo cónsul en Nueva York, Luis Eludi Pérez.

El miércoles, por ejemplo, el nuevo cónsul dominicano en esa urbe, Radhamés Abreu, trajo al país a un grupo de 20 estudiantes, junto a sus padres y familiares más directos, para ser reconocidos por el presidente Mejía en el Palacio Nacional. Una jovencita, Paloma Reyes, tuvo a su cargo las palabras de agradecimiento y, en realidad, pronunció un discurso cargado de elogios y reconocimientos a la figura del jefe de Estado, a quien llamó “hombre sencillo y del pueblo”. Reyes, quien acumuló un promedio de 104 puntos en sus calificaciones en su escuela de Yonkers, Nueva York, consideró a Mejía como “un hombre en todo la extensión de la palabra, que nunca cambió su forma de ser humilde, aún ocupando la más alta investidura del Estado”.

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La estudiante Reyes no tuvo que esperar mucho para comprobar que el presidente Mejía es “un hombre sencillo y de pueblo”, como lo definiera en su discurso. Sucede que en este tipo de ceremonia lo emocional siempre resalta entre los familiares directos de los alumnos reconocidos.

El presidente Mejía, probablemente impactado por la presencia de estos jóvenes dominicanos que imponen su calidad en escuelas hispanas en Nueva York, se decidió por pronunciar un discurso. Mientras hablaba, el señor Reynaldo Grullón, padre de uno de los estudiantes objeto del reconocimiento, se desplomó al suelo mareado, afectado de alta presión arterial. Al observar aquel cuadro, el presidente Mejía interrumpió sus palabras. “¿Qué paso, se nos mareo?”, preguntó Mejía con cierto asombro. “¡Un mareo!”, le respondió alguien entre los presentes. “¡Ah, ese nació en un campo de Santiago… de Guayubin”, comentó sonriente el presidente Mejía y pidió la presencia de los médicos. “¡Tráiganmele los médicos a ese hombre, por favor!”, fue su pedido, pero muy a tono con su habitual proverbialidad introdujo un elemento jocoso al percance, y agregó: “Ese pasó hambre al igual que yo en Martín García, de Guayubin. Esas son cosas, eso es falta de cucharas viejas”, bromeó Mejía provocando la risa de los presentes, mientras Grullón, un mulato y de baja estatura, permanecía sudoroso tirado sobre un mueble, probablemente ajeno a la hilaridad que el percance en su salud había generado.

Médicos del Cuerpo de Ayudantes Militares subieron hasta el salón de Embajadores, donde se desarrollaba el acto, tomaron la presión al señor Grullón y decidieron sacarlo en camilla, pese a que aparentaba haber recobrado su estado normal. En tanto, la ceremonia continúo viento en popa, el presidente Mejía posó para los fotógrafos y camarógrafos junto a los estudiantes y sus padres. Claro, el estado de salud del señor Grullón le privó de aquella memorable foto.

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