En el Palacio

En el Palacio

Monterrey, una próspera ciudad en el norte de México, muy cercana a la frontera con los Estados Unidos, es una urbe cara, ¡muy cara! Esto lo sintieron en carne propia los cientos de periodistas que nos acreditamos para la cobertura informativa de la Cumbre Extraordinaria de las Américas que reunió aquí a 33 jefes de Estado y de Gobierno del Continente, entre ellos el presidente de Estados Unidos, George Bush, y el nuevo primer ministro de Canadá, Paúl Martín. Como les contaba, en la arena de Monterrey, donde se instaló el Centro Internacional de Prensa, un pedazo de bizcocho con una gaseosa costaba 50 pesos mexicanos, el equivalente de US$5. Ni decir de los precios en un restaurante que al mediodía ofrecía un buffet y que, incluso, escandalizaron a mi amigo Jean Mitchell, corresponsal del diario francés Le Monde para Haití, República Dominicana, y una amplia zona de América Latina. Mitchell, que reside en Santo Domingo, estuvo dando cobertura a la cumbre para el importante e influyente diario parisino. Podría decirse que se dispuso de un buen número de computadoras, todas con acceso directo a Internet, así como de suficientes líneas telefónicas y servicios de fax. Sin embargo, para el uso de los teléfonos y las líneas de fax, aún fuese una llamada local, había que adquirir una tarjeta a la compañía Telcel valorada en 100 pesos, unos diez dólares. Con apenas de tres llamadas al medio, de relativa duración, los periodistas veían como rápidamente se esfumaba el tiempo que tenía disponible. En anteriores cumbres, por lo menos las llamadas locales han sido gratis. Otro detalle que llamó la atención fue el relacionado con el transporte. En cada uno de éstos eventos los organizadores disponen de servicios gratuito de autobuses para el transporte de la prensa al aeropuerto, especialmente el primer día de los trabajos, cuando hay necesidad de ir a cubrir la llegada de los jefes de Estado y de Gobierno. En la Cumbre de Monterrey este servicio brilló por su ausencia y los viajes a la terminal aérea se hicieron en taxi cubiertos por los interesados y que, en muchas ocasiones, llegaban con retraso debido a que las medidas de seguridad provocaban taponamiento del tránsito. Aunque se informó de las rondas de autobuses por las rutas de los hoteles acreditados para alojar a los periodistas, el servicio operó, en realidad, muy deficientemente. Cada actividad al exterior del Centro de Prensa debió ser cubierta en taxis, que obviamente reajustaron su tarifa para la ocasión.

Hay que decir, sin embargo, que el servicio de acreditaciones operó con eficiencia. En una página web de Internet se puso a disposición de la prensa local e internacional los formularios que debían ser llenadas para su remisión a una oficina creada por la Cancillería mexicana, en coordinación con la OEA, que auspició el evento. Todo el que lleno su formula y la remitió vía Internet, acompañada de su fotografía, la encontró confeccionado a su llegada Monterrey, y esto evitó contratiempos. Se dispuso, además, de abundante material informativo, en los hoteles donde se estaban hospedados los presidentes y jefes de gobierno, número de teléfonos de responsables de cada delegación, resúmenes de las declaraciones y resoluciones de las anteriores cumbres y un instructivo sobre el movimiento de los periodistas, fotógrafos y camarógrafos, pues las medidas de seguridad resultaron realmente muy estrictas. La sola presencia del presidente Bush, de los Estados Unidos, explica el aparataje y el celo en las medidas de seguridad. Bush y su numerosa comitiva se apoderaron de casi todas las habitaciones del hotel Presidente Intercontinental, en una zona exclusiva de Monterrey, con una ubicación muy próxima al hotel Quinta Real, donde se estuvo quedando el presidente Mejía. Por ejemplo, Bush compartió su hotel con los presidentes de Colombia y Paraguay, así como los primeros ministros de Santa Lucía y Surinam. En el Quinta Real, además de Mejía y su comitiva, estuvieron los presidentes de Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México, Panamá y Perú. El presidente venezolano Hugo Chávez se alojó en el Crown Plaza junto a los presidentes de El Salvador y Nicaragua, así como de los primeros ministros de Bahamas, Barbados, Belice y Guyana. Las habitaciones de hoteles para las delegaciones extranjeras fueron costeadas en su totalidad por el gobierno mexicano.

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