En el Palacio

En el Palacio

El presidente Hipólito Mejía ha dicho siempre que es su propio relacionador público y, por tanto, ha descartado que otros hablen en su nombre. A esto se une el estilo abierto del mandatario, siempre accesible a los periodistas que habitualmente siguen sus pasos. Estas dos cosas se mezclan para que los reporteros nos hayamos acostumbrado, desde el principio de su gestión, a buscar la opinión del mandatario frente a cada asunto de interés que surja. Mejía nos ha acostumbrado a preguntarle de política, de economía, de deportes, de farándula y de lo que acontece en el ámbito internacional, sobre todo si tiene alguna vinculación con República Dominicana. El gobernante, justo es decirlo, salvo raras excepciones, ha estado abierto a dar respuestas. El es el único Presidente que ha tenido el país que una batería de periodistas, fotógrafos y camarógrafos le sigue desde que se levanta hasta que se acuesta. En ocasiones, él mismo se ha sentido asediado y se las ingenia, junto a su escolta, para evadir esa persecución implacable, como acostumbra decir mi compañero fotógrafo Eduardo López (Guiguí). A nosotros nos causa gracia ver cómo, en ocasiones, de repente dos vehículos de la escolta se anteponen medio a medio a la calle, cortando el paso a la caravana de prensa, mientras el vehículo presidencial, seguido de una reducida escolta se escabulle y se nos pierde. Nos reímos, porque en el fondo estamos conscientes de que el Presidente necesita, en algún momento, de un rato de intimidad, liberarse de ese asedio que lo provoca el hecho de que es Presidente de la República y todos sus actos tienen interés noticioso para los medios y la opinión pública. El presidente Mejía, si se quiere, ha desarrollado una relación muy peculiar con la prensa, esencialmente con la acreditada a la fuente del Palacio Nacional. El Presidente llama por su nombre y apellido a cada uno de los reporteros asignados a la fuente y en muchos casos ha dado demostraciones de que conoce al dedillo detalles de su vida privada. Los casos abundan, para no citar algunos ejemplos concretos.

Según su vocero de prensa, Luis González Fabra, el Presidente muchas veces encara periodistas con términos fuertes e inusuales porque se siente en confianza con ellos. Hay quienes disfrutan, por ejemplo, cuando Mejía llama “cariñosamente” ¡azaroso! a un reportero que le ha hecho una pregunta que puede entender poco agradable o cuando recurre a hacerle señalamientos de tipo personal que, regularmente, ha colocado a periodistas en aprietos. Por ejemplo, recientemente, un reportero de la televisión preguntaba al Presidente si estaba dispuesto a recibir a los promotores de la huelga que paralizó todas las actividades del país el pasado enero, pero el mandatario le respondió con: “tú si fuñes” y con la advertencia de que “¡a que no te nombro tú mujer!” “Usted es quien manda, Presidente”, le respondió el sorprendido reportero. En definitiva, no fue más que otra ocurrencia del mandatario, pues la mujer de ese periodista, que es también otra reconocida reportera, fue finalmente nombrada en el gobierno. Mejía gusta, además, lanzar ciertos “meta-mensajes, como diría mi viejo amigo Leo Hernández, a periodistas con la clara y evidente intención de que lo piensen. Más recientemente, la periodista Luisa Matos, de Radio Popular, preguntaba al Presidente si consideraba justas las demandas de los huelguistas, pero Mejía, evadiendo la respuesta, se viró hacia ella y le dijo: “¿y tú trabajas todavía para Radio Popular?” “Sí, Presidente”, le respondió la reportera. “Ah, pero a mí me habían dicho que te habían sacado de ahí”, le dijo sin responder a su pregunta. Mejía gusta, asimismo, de encasillar políticamente a ciertos periodistas. En esto, Geomar García, de El Nacional, y yo somos sus preferidos. En definitiva, hasta su comadre Domi García Saleta, de Cadena de Noticias, no ha podido librarse de ese verbo directo y llano de nuestro Jefe de Estado. Pero esta actitud presidencial parece que comienza a surtir efectos. Me cuentan que uno de estos días, el Presidente salía de un lugar y todos los reporteros desplegaron sus micrófonos y grabadoras, pero nadie se atrevió a soltar una pregunta. Digo que me cuentan, porque yo no estaba presente. Pero estas cosas, de ser ciertas, son preocupantes, pues no recuerdo haberlas vistos en más de 20 años asignado como reportero en Palacio.

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