En el palacio

En el palacio

POR MANUEL JIMÉNEZ
El martes, apenas hubo concluido la inauguración formal de un Centro Tecnológico Comunitario en Villa Altagracia, antiguos dirigentes y activistas reformistas esperaban ansiosos al Presidente Leonel Fernández, a quien prácticamente “secuestraron” en el interior del edificio.

La Primera Dama, Margarita Cedeño de Fernández, se echó a un lado, como queriendo guardar distancia con los asuntos que entiende son de la exclusiva competencia de su esposo. Ángel Lockward, quien al parecer ha reconsiderado finalmente su renuncia al cargo de Secretario de Estado sin Cartera y Tito Hernández, mantuvieron por buen rato un aparte con el jefe de Estado, en el que a juzgar por la seriedad de los rostros, los temas abordados debieron ser de una gran importancia.

En el entorno estaba el ingeniero Héctor Rodríguez Pimentel, recién designado Director del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI) y el ex-senador reformista por Monseñor Nouel (Bonao), Salvador Gómez Gil. Mercedita Balaguer, hija del extinto presidente Joaquín Balaguer, un poco distante, lucía muy atenta a la conversación, en tanto que Johanna Hernández Balaguer, nieta del fundador y líder del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), se movía un tanto nerviosa, pero visiblemente impactada por su cercanía al Presidente Fernández.

Algunas fuentes dijeron que uno de los temas en la agenda fue la situación de Alexis Joaquín Castillo, a quien todo el mundo reconoce como hijo de Balaguer, y de quien se afirma que se enrolará más tarde o más temprano en el Movimiento Primera Vuelta, en apoyo a la reelección. En cuanto a Lockward, una fuente confiable dijo a esta columna que permanecería por unos tres meses más en la Secretaria de Estado sin Cartera, en cuyo caso deberá retornar a su despacho en la segunda planta del Palacio Nacional el escritorio y los adornos que se llevó hace un de semanas, porque eran de su propiedad. “El Presidente no quiere que él se vaya”, comentó la fuente en alusión a Lockward.

 Lo cierto es que el Vicepresidente Rafael Alburquerque debe de estar en estos momentos implorando a Dios por el final del intenso trance a que estuvo sometido en medio de las presiones y desacuerdos en el proceso previo a la implementación del Seguro Familiar de Salud. Este ajetreo al menos le frustró dos viajes al exterior, uno a Taiwán y otro a Honduras. A Taiwán, el Vicepresidente tenía previsto partir el 9 de agosto pasado, pero tengo entendido que ha sido pospuesto para septiembre próximo. El martes de la semana pasada, Alburquerque debió viajar a Tegucigalpa, Honduras, para representar al Presidente Fernández en la XXVI Cumbre de Jefes de Estado del Sistema de Integración Centroamericana (SICA). A última hora, se decidió enviar a la Vicecanciller Alejandra Liriano. En lo adelante Alburquerque tendrá mayores libertades para disponer de su agenda, si no es que le lanzan otra papa difícil.

Aquel jueves, 21 de junio, apenas se desmontó del avión privado que le había transportado desde Brasilia a Río de Janeiro, el Presidente  Fernández y su comitiva se trasladaron hasta la sede de la Fundación Getulio Vargas. Allí le recibieron Luciano Cortinbro y Armando Mariante, presidente y vicepresidente, respectivamente, de la fundación, en cuya sede se ofreció un almuerzo a la comitiva. Pero algo llamó la atención, tanto al autor de esta columna como al resto de la delegación dominicana, durante el trayecto entre la base militar donde descendió la nave presidencial hasta la sede de la fundación. Varios motocicletas de la Policía escoltaban la caravana y estos franqueadores se anticipaban a los vehículos para bloquear el tránsito en las intersecciones de calles y avenidas próximas. Para ordenar a un automovilista que detuviera la marcha, éstos policías lo hacían pistola en manos y dispuestos a usarla. Aquel cuadro no era más que el reflejo del alto clima de violencia que impera en esta ciudad.

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