En el palacio

En el palacio

La primera dama, Rosa Gómez de Mejía, se arrodilló frente al altar de la Basílica de Higüey, mientras su esposo, de pie, a su derecha, parecía entregado en una profunda meditación durante la misa oficiada por el Nuncio de Su Santidad, monseñor Timoty Brogglio, en ocasión del Día de la Virgen de la Altagracia, el pasado 21 de enero. Doña Rosa, una dama de profunda vocación y tradición católica, se le vio inclinar la cabeza, en oración y meditación callada.

Más tarde, cuando se puso de pie, los lentes de los fotógrafos y las cámaras de televisión captaron el momento en que la Primera Dama tomó la mano derecha de su esposo, en un gesto que lucía cariñoso y tierno. Por primera vez en los últimos años, si mal no recuerdo, la misa no era oficiada por un obispo titular de la Diócesis, pues el anterior, monseñor Ramón de la Rosa y Carpio, fue recientemente trasladado a Santiago.

El contenido de la homilía cada 21 de enero ha sido tradicionalmente de impacto sobre el acontecer nacional, pero esta vez, en vista de que el oficio religioso correspondía a un jerarca de la iglesia católica con rango de embajador, no daba pie a especulaciones en torno al alcance y el impacto de su palabra, sobre todo en un momento de tensiones políticas y acentuada crisis económica. Pero su homilía fue inteligente, escasamente directa en el enfoque de situaciones concretas, como en anteriores ocasiones, pero con citas de paisajes bíblicos que bien pueden ajustarse a la realidad presente.

“Conocemos muy bien decía monseñor Brogglio este texto del profeta Isaías quien invita al rey Acaz a poner su fe completamente en Dios, en su fidelidad. Significa agregó hacer algunas opciones políticas poco populares y ceder el control absoluto de la situación. “El Rey siguió diciendo Monseñor no tiene esta fe, no puede alejarse del Poder, del control, de los gritos de alabanza de la muchedumbre”. “No la pido, no quiero tentar a Dios”, relató el prelado. En el párrafo inmediatamente siguiente, monseñor Brogglio interpreta este pasaje como “la visión limitada de un hombre en busca de Poder”. “Es el hombre que no ve a Dios en los grandes problemas de relaciones internacionales, la política, las grandes opciones o las decisiones de cada día. Hay siempre la tentación de limitar nuestra relación con Dios al templo y dejar las demás decisiones a los juegos del poder, al provecho económico u otra consideración muy terrenal”, agregó el Nuncio de su Santidad.

Monseñor establece diferencia entre el mensaje de María, cuando se le aparece el ángel y le anuncia que sería madre de un niño a quien pondrían por nombre Jesús y la respuesta del rey Acaz al mensaje de Isaías.

“La respuesta de María al mensaje del ángel es totalmente opuesta a la de Acaz, porque ella entiende bien el papel de Dios, está abierta a su plan, puede modificar su agenda y no tiene otro soberano que Dios solo”, sostuvo.

En una de sus citas directas sobre el momento actual, Monseñor, en otra parte de su homilía, destaca que “venimos (a la Basílica) “agobiados por tantas dificultades, débiles por nuestras infidelidades, esclavos del materialismo o del ansia de placer o de la búsqueda del poder”. Son dijo Monseñor esclavitudes que limitan nuestra voluntad humana”.

Los periodistas, cuando horas después tuvimos a mano el texto de la homilía, pusimos atención en otro párrafo interesante: “Es muy fácil quejarnos de los problemas, de la economía, de la corrupción, de la delincuencia, de la violencia o de cualquier otro problema”, y apuntó: “Quejarse normalmente no es muy productivo”. En cambio, agregó: “demos el primer paso nosotros. No vamos a esperar grandes cambios en la sociedad, milagros extraordinarios o la iniciativa del vecino”. En este punto, monseñor Brogglio llamó a actuar según el consejo de la Conferencia Episcopal Dominicana, poniendo en práctica las obras espirituales y corporales de misericordia. Amable Aristy Castro, considerado “un cacique” en Higüey, llegó con algunos minutos de retraso al ceremonial religioso. Dio un discreto saludo al presidente Mejía y a su esposa, pero a partir de entonces fue su compañero inseparable en el resto de los actos que encabezó el mandatario. Al final de la misa, vestido de chaqueta y camisa de encendidos colores, llegó el presidente de la Cámara de Diputados, Alfredo Pacheco, más bien interesado en una consulta al presidente Mejía.

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