En el Palacio

En el Palacio

Nunca he ocultado que llegué a sentir una gran admiración por Joaquín Balaguer. No estaba propiamente identificado del todo con él en el plano político, pero personalmente me agradó el trato que siempre me dispensó. Conmigo fue caballeroso, decente y hasta me concedió el privilegio, algo no usual en él, de llamarme en un par de ocasiones a la redacción de este diario para concederme declaraciones en exclusiva, siendo ya Presidente de la República. “Podría ser usted tan amable y tomarme una declaración”, me dijo en una de esas ocasiones. He sido testigo y he leído muchas cosas de Balaguer. Poseo prácticamente todas sus obras, pero cuando se habla de este hombre siempre aparece algo nuevo, un hecho, una frase que te resulta inédita, interesante e impactante. Uno se pregunta ¿qué no se ha dicho o escrito sobre Joaquín Balaguer?. Fue un político carismático, de una oratoria que impactaba hasta en sus más enconados adversarios, impredecibles en sus decisiones y que al final, murió con todo el liderazgo del país a sus pies, salvo raras y escasas excepciones.

Cuando se produjo su deceso, las encuestas de mayor prestigio en el país le otorgaban una aceptación popular por encima del 70%. Y esto viene a cuentas, porque leyendo este fin de semana en el recién editado libro de doña Peggy Cabral Viuda Peña Gómez, encontré en una entrevista que le concedió Balaguer algunas cosas que reflejan claramente su personalidad. En el libro “Conversando con Peggy Cabral” se recogen otras entrevistas a líderes regionales, europeos y hasta del Medio Oriente, una de ellas con el líder cubano Fidel Castro, en la que habla de sus relaciones con el país.

En una parte de la entrevista, que Balaguer concedió en su residencia de la avenida Máximo Gómez, Doña Peggy Cabral le pregunta qué políticos de la época (pre y post Trujillo) habían influido en su formación. “En realidad-dice Balaguer-yo tuve la formación casi de mí mismo, porque en mí influyeron muy poco, pues, como había un régimen de fuerza, absolutista, no había oportunidad para nadie y el único modelo a seguir era Trujillo, que era un modelo indeseable que se resaltaba como una necesidad nacional, pero que no era la solución deseable para todos los dominicanos, ni era un punto de concordia para todos. No obstante, Balaguer reconoce que Trujillo “dejó una huella profunda en el país, por lo menos trazó el orden, trazó el camino a seguir para que el país se encausara por un sendero de progreso, progreso generalmente material, pero también espiritual porque creó muchas escuelas, creó muchos centros de enseñanza, superior e inferior”.

En fin-sigue diciendo Balaguer-yo diría que puso las cosas donde había que ponerlas y el país se encausó libremente, con absoluta libertad”. Balaguer, en otra parte dice que, en realidad, su gran maestro fue el pueblo. Dice también que se sintió ser “amigo de todos”. No fui realmente enemigo de nadie, el enemigo mío era el enemigo del país y fui abierto a todas las corrientes y a todos los partidos”. Doña Peggy Cabral me recordó que esta fue la última entrevista periodística que Balaguer concediera antes de su fallecimiento.

En este libro se incluye, igualmente, la última entrevista que Jean Bertrand Aristide concediera de manera formal como Presidente de Haití, tres días antes de que abandonara el poder. Doña Peggy Cabral afirma que fue realizada en Puerto Príncipe, en la sede del Palacio Presidencial. En ella, Aristide prevé el destino que le esperaba al responder una pregunta sobre el comportamiento de la oposición haitiana: “Me da la impresión que es como un grupo con diversas cabezas”, dice Aristide. “Me explicó, aclara. “La oposición, en principio, el domingo pasado organizó una demostración que han querido fuera pacífica, pero fue violenta y en ella estaban gritando viva Chamblain y viva Phillipe (quienes ya dirigían una revuelta en el norte del país), pues se han hecho solidarios de terroristas. “En eso-alertó Aristide-creo que hay algo muy claro para nosotros: que ellos quieren juntos hacer un golpe de Estado. Tres días después, el 29 de febrero pasado, Aristide era subido en un avión militar norteamericano y hoy está exiliado en Sudáfrica. El libro, de 334 páginas, será puesto a circular la semana entrante, según me dicen.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas