En el parque de René: cura para mi mal

En el parque de René: cura para mi mal

POR MARIVELL CONTRERAS
Yo creo que encontré, en lo personal, el remedio para quitar en un dos por tres la jaqueca. Recuerdo que el pasado viernes no podía casi ni hablar del malestar que me corroía como si me traspasara constantemente un gran tornillo el cráneo. En medio de ese horror que impide abrir los ojos, hablar con desenvoltura, comer y hasta caminar, recibí una invitación a la que no pude resistirme.

El ayuntamiento de San Pedro de Macorís quería que yo estuviera presente esa noche en la inauguración de un pequeño parque.

La inauguración de un parque en una provincia ha sido pocas veces motivo de noticia en los medios de comunicación y menos aún para alguien sin vinculación originaria con un pueblo. Pero, aún así, el evento se convirtió en un hecho de máxima importancia.

¿La razón?

Que ese pequeño parque que fue construido y nombrado como Plaza lleva el nombre de René del Risco y Bermúdez.

Oriundo de ese pueblo y poeta de todos. Publicista de unos cuantos. Luchador antitrujillista. Bohemio y presentador de televisión. Hombre, amigo, hermano, primo, hijo, padre.

René el de las mil voces en una sola voz. El nieto del poeta de los humildes, Federico Bermúdez, como le nombró en la lectura de una vivaz y nutrida biografía que hiciera el historiador y médico petromacorisano Fermín Alvarez, ya tiene su propio parque.

Sí un parquecito con farolas, bancos y árboles. Uno en el que lo podemos imaginar sentado un domingo por la tarde viendo emocionado a las muchachas y muchachos mientras pasean nerviosos sus primeras emociones.

Un parquecito en el que podría recrearse una y otra vez, noche, mañana y tarde la escena en la que algún progre se deja limpiar los zapatos y se da cuenta de lo que ha ganado y lo que ha perdido mientras cualquier Ton Melitón le limpia los zapatos.

Esa noche en que doña América Bermúdez contenía entre sus huesos y su sangre el imperecedero recuerdo del hijo concebido y jamás ido. En que su hermano Iván, su hijo René, su esposa y amigos estaban ahí, todos sentimos su presencia.

Estaba en cada una de las autoridades que se dieron cita en el acto, entre los hombres y mujeres del sector que vieron realizado su sueño de tener un parque donde sus hijos se puedan recrear.

Estaba también y sobre todo en los jóvenes estudiantes que sin uniformes ni haber sido obligados por los profesores permanecieron silenciosos y respetuosos escuchando las odas de René –que me tocó leer a mí-, las palabras explicativas del síndico Tony Echavarria, las palabras de agradecimiento de René del Risco hijo, el poema que le escribiera Tomás Castro y que todos aplaudieran efusivos «Así tan sencillamente», la canción que con arreglos de Dionis Fernández interpretara Susana Silfa de Núñez del Risco.

Pienso que si hay algo que le rinde homenaje de verdad a René es ese parque. Un espacio abierto que es a la vez retrato del barrio de sus recuerdos y confirmación de la ciudad que lo deslumbró.

Demás está decir que al final del acto ya se me había ido ¿u olvidado? el dolor de cabeza y que me fui feliz con Ana y Fátima, Susana y Tomás a tomarnos una cerveza segura de que el mejor remedio para cualquier enfermedad es hacer lo que a una la satisfaga más.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas